ENTRE LÍNEAS

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Porque ¡Cervantes vive!

Para mi amiga Lucilleque dice que ella utiliza: el inglés para los “business”, el francés para la “emoción” y el español para la “pasión”.

Porque ¡Cervantes vive!, aquí y acullá. Por ejemplo en Calgary, Canadá, donde mi amiga Lucille enseña español, desde hace mucho años, enamorada de la lengua de Cervantes, siempre presta para aprender un nuevo vocablo, un nuevo giro, una nueva manera nueva, creativa, por expresarse en el habla de nuestro común genial escrito: “Miguel de Cerbantes de Sa´avedra””.

“Cuando Jean Marie Le Clézio leyó El Quijote por primera vez en casa de su bisabuelo, pensó que era un libro perfecto para niños. Lo leí en unas edición ilustrada d e1.857, recuerda. Después ha sido una obra que le ha acompañado a lo largo de su vida en distintas relecturas”.

Tuve la suerte de leer “Andanzas del ingenioso don Quijote de la Mancha y su escudero Sancho Panza” con nueve añitos, por obligación, en mi colegio, en una adaptación esmerada e inolvidable con ilustraciones del gran Gustave Doré. El fraile que nos supervisaba y comentaba la lectura supo contagiarnos del su entusiasmo por las andanzas, venturas y desventuras, de los dos héroes o antihéroes de la historia que supo y quiso escribir el genial Cervantes.

Desde entonces su lectura se ha repetido, enriquecido, para poder asegurar que el placer de releerlas, degustarlas y gozarlas siempre han ido “in crescendo”. Su lectura “se me hace obligatoria”, cada dos o tres años, y siempre la decisión, nobleza e idealismo del glorioso caballero, junto a la sencillez, sabiduría y sentido común del fiel escudero han supuesto para mí un referente moral y edificante insustituibles.

 

Le Clézio, en el Congreso de la Lengua que se ha celebrado en Puerto Rico, ahondó en su palpitante amor a su lectura de El Quijote: “Me reveló toda la ferocidad de un mundo. Es justo lo que cada uno de nosotros esperamos nos sea desvelado. Yo fui un niño de la guerra, nací en 1.940. experimenté el hambre, el miedo y la crueldad, algo que me ayudó a comprender a Cervantes, pero también el Lazarillo de Tormes”.

Eduardo Mendoza, escritor de prestigio y hondura, también presente en el Congreso de la Lengua, no ha sentido jamás mayor placer ante una imposición: “Yo tuve la suerte de que cambió mi vida al tenerlo que leer obligatoriamente. Quedé rendido desde el principio. Qué tío más simpático ese Cervantes; para mí es el buen rollo personificado. Posee un talento especial para reflejar lo peor del ser humano, pero en ningún momento lo hace con resentimiento. Pese a haber sido cautivo, herido de guerra, haber padecido cárcel y no ser considerado digno de favores por parte del reino, no destila en ningún momento rencor”.

Sergio Ramírez, por su parte, declara, al recordar su primer impacto al enfrentarse a Cervantes: “Hoy lo releo y siento la misma carcajada ante los mejores pasajes; me río muchísimo, tanto que me parecen siempre nuevos”. Junto a otro ingrediente : “La melancolía, esa mezcla es para mí la clave de su maestría, un humor que en consonancia con la melancolía y un trato natural de la vida, lo convierten en irresistible”.

 

Porque Cervantes es clarividente, descarnadamente realista, escribiendo una novela de ficción, con tipos exagerados, y sin embargo tan reales, tan reconocibles, tan fáciles de amar y abrazar.

 

Y por su parte Antonio Smarketa añade otra particularismo : “la amistad”, como comenta el autor chileno: “El golpe emocional de descubrir que ese enorme vínculo puede darse entre dos seres tan dispares, de tan diferente densidad cultural, como son Quijote y Sancho. Si te fijas, con ello encontré un tema que después he desarrollado en toda mi obra. No hay más que fijarse en El cartero y Pablo Neruda”.

Mi amiga Lucille aprendió y perfeccionó su “español” hablado en México.

El premio Nobel Le Clézio confirmó: “Mi español es callejero y mexicano”.

 

Torre del Mar marzo – 2.016