Érase una vez un 7 de septiembre

Aunque como a éstas, a los de San Telmo no se le suele ver casi nunca a la hora de sacar pecho por tan venerable obra hidráulica…

Bueno, pues así, como el que no quiere la cosa, el monumento que contiene entre sus estructuras al Puente Hondo, el Quintana o el Humaina, además de molinos, minas, puentes, fuentes, alcubillas y arcas, este siete de septiembre pasado nos acaba de cumplir la friolera de 227 años, que ya ni las tortugas viven tanto, y aunque no se lo crean, sigue funcionando.

Su construcción comenzó un 8 de octubre de 1782, así que… ¡hombre!, no está mal que un monumento que todavía pese a las zancadillas que todo el mundo le pone, – que ya se sabe que los viejos en algunas partes sobran -, permanezca tantos años en pie… que… ¡Qué mas quisieran muchos afamados arquitectos de ahora que sus edificios les durasen tanto! ¡Y qué mas quisieran que saber construirlos, con tan pocos medios, y en tan solo dos años!

Y está, sin mimos y sin cuidados y llevando agüita fresca y cantarina como el primer día. Esa que seguiría llegando a la plaza de La Merced si la pala traicionera de las escabadoras no lo hubieran traicionado.

Bueno, pues aunque no se lo crean, los ideólogos, creativos… vamos, los papás de la criatura, esos que por primera vez le regalaron el agua a Málaga, tenían algo en común, pues todos ellos eran de esa tierra que dicen que no existe, pero que si que existe, porque todos ellos eran hijos de Teruel.

El Obispo, uno de los mejores hombres que jamás haya pisado Málaga, junto con José de Molina Lario, su sobrino, Joaquín de Molina Sánchez, el Deán Ramón Vicente y Monzón y su arquitecto José Martín de Aldehuela eran todos ellos aragoneses de pura cepa, turolenses del alma y como la historia demostró después, malagueños de adopción y de corazón. Que ya va siendo hora de que algún día Málaga le pague algo de lo mucho que le debe a Teruel…

El director técnico de todo esto, el que tras casi 11 kilómetros de desniveles y problemas nos trajo el agua, Martín de Aldehuela, arquitecto casi tan olvidado como el grandioso acueducto que construyo, tuvo la genial idea de irse para siempre al Cielo de los Hombres Geniales pues… el mismo día que llegó el agua, es decir, un siete de septiembre, ¡que casualidades tiene la vida! O la muerte en este caso, eso sí, el mismo día pero con 18 años de diferencia, puesto que el bueno de Aldehuela se nos murió en 1802 en la calle del Horno, esa que un día los malagueños llamaron Sucia y que hoy todo el mundo conoce como Hinestrosa.

Bueno, pues Aldehuela no perdió el tiempo, la verdad es que casi nadie en ese siglo XVIII tenía tiempo que perder, pues este maestro de la arquitectura y la ingeniería, quizás menos que nadie, así de su mano nos quedan, entre otros, sus trabajos en la Catedral donde construyó las Cajas de los Órganos, el diseño del Tabernáculo, la Capilla de la Encarnación, morada final de su gran Obispo Molina Lario, la ornamentación final y el diseño de las rejas y el atrio así cómo su colocación, las cadenas del Patio de los Naranjos, el Retablo de San Sebastián, las Casas del Cabildo Eclesiástico, la terminación del Palacio Episcopal, la Iglesia de San Felipe Neri, la Iglesia de las Dominicas de la Divina Providencia, la Cabecera y Ampliación de la Iglesia de San Juan, la Iglesia de San Agustín, su intervención en la Iglesia de los Jesuitas, el Acueducto y los Molinos de San Telmo, la Portada del Montepío de Cosecheros o Casa de los Jesuitas, hoy sede de la Sociedad Económica de Amigos del País, el Consulado, el Palacio del Conde de Villalcazar, los jardines de El Retiro en Churriana, la Casa de Expósitos, casas en las calles de San Agustín, Cilla, Dos Aceras, Verdeja y Arriola, intervención en el Puente del Rey, la ampliación de la Parroquia de San Pedro, Retablo y Espadaña de los Trinitarios e intervención en la Colegiata en Antequera, la Parroquia de San Juan en Vélez – Málaga, los Retablos en la Parroquia de Nerja, el Cementerio de Cortes de la Frontera, el Puente Nuevo y la Plaza de Toros de Ronda, así como la portada del Palacio del Conde de Salvatierra y la traída del agua también a la ciudad de Ronda.

Que no está mal para ser un práctico con pocos estudios y un hombre formado a sí mismo y en tan solo dieciocho años…
Murió pobre, a su entierro tan solo acudió su hijo. Unos meses antes de su muerte tuvo pleitos por no poder pagar sus facturas. Mendigó al Cabildo para que le atendieran pues no le quedaba dinero y regaló su última morada a una simple vecina a cambio de que cuidara de él sus últimos días…

La causa de su repentina pobreza, la de este hombre que todo lo había ganado con su sudor y su esfuerzo fue simple: Ronda no le pagó el puente que les había construido.

Así que ya lo saben, cuando paseen por Ronda y se asomen al balcón del Tajo, piensen que aún está sin pagar y que fue la causa de la ruina del mejor arquitecto que jamás soñó tener Málaga y su provincia.

Y si tienen un rato y suerte y pueden disfrutar de la Corrida Goyesca rondeña, piensen que pueden hacerlo gracias al talento de un turolense humilde que iba para labrador pero que acabo siendo arquitecto.

Y si tienen tiempo y quieren agradecérselo, el siete de septiembre, o el ocho, cuando celebren la fiesta de la Patrona de nuestra ciudad, pásense por la plaza de San Pedro de Alcántara, ya saben, al final de la calle Carretería, junto a la calle Álamos, y písenla en silencio porque es terreno sagrado.

En su subsuelo, desde un siete de septiembre, tristemente olvidado, está el maestro Aldehuela enterrado

Fuente:Diario La Opinión de Málaga