Es todo tan triste

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Tan demoledor, tan mezquino, tan bien calculado que además de pena da asco.
No se nos debería olvidar jamás que los fascistas vencedores en 1.939 acusaban, juzgaban y condenaban a los republicanos y legalistas vencidos por «adhesión a la rebelión».
No cabía mayor escarnio y más miserable cinismo.
Llevan los conmilitones del PP braceando en el fango de su propio partido corrupto, pleno de «volquetes» de altos dirigentes que utilizaron su rango y su poder para esquilmar las arcas públicas. Lo sabe la justicia, lo sabemos los ciudadanos de bien de este país que cada día se amanece y se acuesta estupefacto de tanta desfachatez.
Durante los últimos 40 años la derecha en España, o el centroderecha como les gusta autointitularse, ha convivido con comodidad con los tics y la herencia franquista, apenas encalada de una mano de democracia al uso.
Ahora se ofenden mucho, se indignan y se flagelan porque «sigue sin ser el momento» de desmontar el lugar de reposo privilegiado para quien fue golpista, dictador, firmante incólume de sentencias de muerte y nada incómodo para los figurones de la derecha.
La última preocupación del señor Casado ha sido «esforzarse» en presentar un alegato de 28 páginas para invocar su inocencia ante el Supremo. Bendito. Aunque lo que más pena y asco que da es que lo más importante para asegurar esa inocencia es argüir que todo «hubiera prescrito». Jo qué suerte señor Casado y pelillos a la mar.
Pero ahora han encontrado una pieza, entre Rivera, Casado y sus compinches y que es cebarse en la tesis de Pedro Sánchez, que aunque parece que no llega al mínimo de lo plagiable, qué más da, duro al mono hasta que hable inglés. Que a Aznar le salió muy bien aquello de 2váyase señor González».
Que enmierdan y saben que algo queda, y de lo suyo … ¿que qué hay de lo mío? … nada porque seguramente habrá `prescrito.
Además la moralidad a la derecha se le está excusada.
Así que duro con el desahogo de los «descamisados» de seda que saben tirarse a la yugular aunque ellos hiedan de podredumbre moral hasta las trancas.
Qué más si los que «se adherían a la rebelión eran esos miserables de rojos».
Con lo fácil que es doblegarse ante la derecha, ¿a que sí?