España responde con grandeza

El viejo estadio de Heysel entendió que había asistido a un gran espectáculo. Sobre todo, la colonia española de emigrantes. En el recuerdo quedará una obra de arte, el gol de Iniesta, y un postrer y emocionante tanto de Villa, que pudo celebrarlo abrazándose a la numerosa hinchada. También un punto de esa heroicidad que usa Puyol en situaciones desesperadas. Y hubo unas cuantas. El central del Barça tuvo un par de intervenciones determinantes. Pero España supo imponer su estilo de toque justo cuando más arreciaba la lluvia. Xavi y Cesc se alzaron por encima de sus compañeros repartiendo decenas de pases hasta que Villa cazó el centro desde la izquierda de Güiza, un invitado sorpresa a la fiesta. Le había sacado Del Bosque justo momentos antes.

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Altos, fuertes y atléticos, los jóvenes futbolistas belgas desnaturalizaron a España en la primera media hora. Cavaron una zanja en su poblada línea defensiva y, desde allí, robaron el balón y salieron disparados al encuentro con Casillas. Muy veloces. Fellaini fue decisivo en el avance. Ubicó su enorme corpachón a la espalda del medio del campo español, a modo de hombre ancla, y de ahí no había quien le moviera. El mediocampista del Everton pudo con Senna hasta que el hispano-brasileño le tomó la medida, que fue al final de la primera parte. Entendió cómo pararlo: como fuera, al límite de la legalidad. Se acumularon las malas noticias. Torres notó un pinchazo en un control. Se fue directamente a la ducha sin esperar la sustitución. Antes, Kompany había desbordado a Sergio Ramos en el extremo y su centro lo cabeceó cruzado a la red Sonck, que pilló a Casillas a contrapié.

Del Bosque tuvo que tomar sobre la marcha la primera decisión importante desde su estreno como seleccionador: Güiza (seguir con dos delanteros) o Cesc (cambiar al 4-5-1). Optó por el centrocampista del Arsenal, que obligó a Xavi a adelantar su posición a la media punta. Y, en efecto, Cesc entró con muy buen pie. Su primer contacto fue un pase largo y raso que rasgó por primera vez la telaraña belga. Fue el primero de una larga lista. Entre ambos, Cesc y Xavi, intercambiándose sus posiciones y sus maravillosos pases, fueron abriendo una defensa hasta entonces impenetrable. El caso es que Cesc, por su carácter aventurero, tiende a quedarse más en el ataque que Xavi. Y en una de esas ocasiones, mientras observaba cómo los defensas belgas trataban de sacar el balón, decidió birlárselo. Y entregárselo corrido a Iniesta, preparado para marcar un gol inolvidable. Aceleró el volante del Barça y se marchó de dos defensas. Se quedaba sin ángulo y le esperaba el portero, Stijnen, para cerrarle el paso. Ningún problema. Desplumó al meta en una baldosa y clavó el cuero justo al otro poste. El gol devolvió la confianza a España, que jugó de forma sublime el último cuarto de hora antes del descanso. A la altura de lo mejor de la Eurocopa. Los aficionados españoles, hijos de emigrantes la mayoría, lo celebraron con alborozo.

En el rondito de calentamiento de los reservas, Albiol hizo un experimento. Lanzó con la mano el balón hacia arriba y éste se levantó un palmo del suelo. No botaba. El central del Valencia se rio al comprobar el efecto. El césped, aparentemente perfecto, estaba demasiado blando. Y los españoles se resbalaron muchísimo. A Puyol, por ejemplo, le costó una tarjeta amarilla por derribar a un delantero tras un resbalón.

Antes del encuentro, la federación belga sacó al centro del campo grandes fotos de algunas de sus leyendas: Ceulemans, Gerets, Scifo, Vanderbergh…, con sus aspectos actuales, en un intento de capturar el espíritu de aquellos años en los que Bélgica fue alguien en el fútbol internacional. Y Bélgica reapareció hambrienta.Dio un punto más de agresividad a su juego y volvió a desbordar con cierta facilidad al combinado español, que pedía a gritos la entrada de Xabi Alonso para fortalecer el centro del campo. Puyol fue más Puyol que nunca al sacar de manera acrobática desde la línea de gol un disparo que se colaba de Vanden Borre. El lateral derecho del Génova salía desde su zona disparado como un cohete. Entró Xabi Alonso por Cazorla y España recuperó la estabilidad. Y el balón, que pasó a ser de su absoluta propiedad.

Pero, como quería ganar, Del Bosque retiró a Iniesta y dio paso a Güiza recuperando el esquema inicial y dando en la diana. El centro cruzado de Güiza desde la izquierda, en posición de extremo, lo cabeceó a gol Villa, siempre con el gatillo dispuesto. El Guaje corrió por la pista de atletismo, detrás de la portería, para celebrarlo con la colonia española. El mejor regalo