Pero que nos hace dudar muy seriamente de su naturaleza y, por supuesto de su eficacia?
Tras once años, amortizado el horror de la catástrofe del Prestige, dedicados a otras labores los miles de voluntarios, como si ya aquello fuera solo cosa del pasado, tras tanto tiempo que . . .la justicia. . . puede dejar de tener hasta su sentido . . .vienen ahora y en un acto absolutamente inodoro, como poco, la ¿justicia' dicta sentencia . . . y salvo una leve amonestación al currante que pasaba por allí, el capitán del barco, allí no hubo ni una responsabilidad que echar en cara como para que quedara en entredicho.
Porque todo fue, según los eminentes togados, aleatorio, azaroso, sin afán demostrable que hubiera intención dolosa de hacer el estropicio que se armó ¡chúpate esa!. . .y todo habrá de quedar en agua de borrajas. . .simplemente como un caldo soso y depurativo, porque allí no hubo ni incompetencia, ni mala fe, ni ausencia de irresponsabilidad en cadena, porque todos eran buenos y profesionales, ¡con un par!. . .aunque la mierda del chapapote la tuvieron que quitar los de siempre, los guripas de guardia que son los desgraciados de a pie, voluntarios y voluntariosos hasta la coartada que salve a los prebostes en sus despachos, ¡ olé por la sentencia! y ¿olé por el que habló de los hilillos de plastilina!. . . porque la justicia como un séptimo de caballería ha venido a socorrerles una y mil veces, y cuantas más hicieran falta. . .porque quién lo duda, porque quién se imagina que nuestros próceres hacen siempre lo mejor para nosotros, aunque no sepan de dónde les viene el viento de las dificultades, tan atentos a las órdenes de sus amos.
Y empezando por la justicia que vuelve a quedar por encima del bien y del mal, a su aire y a su tran tran, pues ahí quedará todo como si no hubiera pasado nada, como si los viejos petroleros pudieran navegar tan cerca de la costa como para comprometer a los “responsables” tan especializados a no saber qué medida habrán de tomar para armarla bien gorda, porque, al fin y al cabo, qué más da si al final se escapan de rositas, con sus leguleyos amigos alargando y desvariando el proceso hasta lo esperpéntico hasta que se difumine la culpa y la pena, por arte y parte de los sabiondos de la cosa del derecho que saben cómo sacar la inanidad de la justicia hasta hacer de ella jurisprudencia cuando se trata de ¿juzgar? A los peces gordos.
Como para que nos tomemos en serio esta justicia de chichinabo, como para no temer esta justicia tan predecible y cansina, según, tan radical y vertiginosa, también según. . .como para demos otra batalla por perdida, aunque aún no hayamos levantado las manos en señal de rendición incondicional. Lástima de justicia que no nos merecemos, . . . o igual sí Torre del Mar 25 – noviembre – 2.013