Siempre compaginó su carrera cinematográfica, que comenzó en Porque te vi llorar (1941) de Juan de Orduña, con sus muchas apariciones en teatro y televisión.
Trabajó bajo las órdenes de los más destacados directores del cine español en distintas épocas, como Luis Buñuel, Rafael Gil, José Antonio Nieves Conde, José Mª Forqué, Fernando Fernán Gómez, José Luis Garci, Álex de la Iglesia o Agustín Díaz Yanes. En teatro triunfó con papeles en obras de Antonio Gala, Benet i Jornet, Bernard Maria Koltés, Antonio Buero Vallejo, Ionesco y bajo la dirección de profesionales como José Luis Alonso, Jaime Azpilicueta, Josefina Molina, Lluis Pascual y Carles Alfaro. Con este último hizo su último trabajo escénico en Tío Vania, de Chéjov.
Su actividad profesional, hasta hace cuatro años, cuando decidió retirarse porque “ya está bien de hacer el tonto”, la convirtió en una de las profesionales más admiradas del cine español.
Una de sus grandes contribuciones al cine español fue el desgarrado personaje de Pili interpretado en Surcos (1951) de José Antonio Nieves Conde, con el que demostró ser equiparable a las grandes actrices del neorrealismo italiano, tanto en belleza como en intensidad dramática, y por cuyo trabajo obtuvo la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid y la estatuilla de la prestigiosa revista de cine Triunfo.
María Asquerino intervino en más de 80 películas. Destacan, además de Surcos, Goya, historia de una soledad (1971) de Nino Quevedo, con la que ganó el Premio del Círculo de Escritores Cinematográficos, El oscuro objeto del deseo de Luis Buñuel, El juego de la verdad, de José María Forqué, Tarde de toros de Ladislao Wajda, Mambrú se fue a la guerra de Fernando Fernán-Gómez, cuya interpretación le valió el Premio a la Mejor Actriz en el Festival Internacional de Cartagena de Indias (Colombia), El Mar y el tiempo, también de Fernán-Gómez por la que obtiene el Goya a la Mejor Actriz de Reparto y Fuera de Juego, del mismo director. En sus memorias escritas en los años ochenta confesó que estuvo profundamente enamorada de Fernán-Gómez y que siempre se arrepintió de no haber tenido un hijo con él.
En ese mismo libro, Memorias, publicado en 1987, y que en los últimos años acarició la idea de ampliar y reeditar, Asquerino deja claro que era símbolo de una mujer libre que vivió intensamente, aunque ella afirmó: “Lo cierto es que he sido bastante moderada en todo, la única barbaridad que hice fue casarme… Lo que pasa es que me han tocado papeles de mujer fuerte, malvada, generalmente con un cigarrillo en la boca”. Pero lo cierto es que ella siempre fue considerada libre, moderna y todo un símbolo de la noche madrileña, sobre todo por su afición a las tertulias que mantuvo con numerosos compañeros y compañeras primero en el café Gijón, luego en el Oliver y finalmente en el Bocaccio, donde llegó a tener una mesa que siempre se reservaba para ella y que compartía con amigos como José Luis Balbín, José Luis Coll, Juan Diego y otros muchos. En los últimos años se quejaba mucho de que no hubiera un sitio en Madrid donde los cómicos se reunieran a la salida de los teatros a hablar. Ella se conformaba con ir al bar del Teatro Español donde decía que la trataban muy bien y siempre tenía compañeros de oficio con los que charlar. A fin de cuentas ella siempre dijo que la calle le gustaba mucho y tenía la tradición de no comer a mediodía y salir a cenar. Llegó a comentar en alguna ocasión que si al morir la llevaban a algún teatro quería que fuera a ese teatro, donde se subió una de las últimas veces a un escenario para participar en la lectura de Don Juan dirigida por Mario Gas.
Asquerino intervino en pequeños papeles en los grandes éxitos de Agustina de Aragón y Pequeñeces, y demostró sus grandes dotes para el cante interpretando el bolero Obsesión en La vida en un bloc. En la última década trabajó con Agustín Díaz Yanes en Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, con Álex de la Iglesia en Muertos de risa y La Comunidad y con José Luis Garci en Tío Vivo c.1950.
En televisión se puso en muchas ocasiones a las órdenes de Pilar Miró en espacios teatrales, con obras como Una mujer cualquiera de Miguel Mihura, La enemiga de Niccodemi, Diálogo de Carmelitas, Sur, Mesas separadas, El Marqués de Sotoancho. Fue destacada su participación en series como Sonatas de Valle Inclán, Anillos de Oro de Ana Diosdado, Página de Sucesos de Antonio Giménez-Rico, Cómicos realizada por Francisco Abad y La habitación del niño dirigida por Alex de la Iglesia.
Entre sus éxitos teatrales destacan Una muchachita de Valladolid de Joaquín Calvo Sotelo, con Alberto Closas; El comprador de horas de Jacques Deval, con Adolfo Marsillach; y Trampa para un hombre solo de Robert Thomas en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Posteriormente interviene en el Festival de las Naciones de París, que se celebra en el Teatro Sarah Bernhardt de aquella ciudad con La bella malmaridada de Lope de Vega, bajo la dirección de José Luis Alonso.
En 1963 viaja a Buenos Aires para representar La feria de Cuernicabra de Alfredo Mañas, en el Teatro Odeón, y el musical El otro yo de Marcela con Alfredo Alaria, en el Teatro Nacional. Graba doce obras de teatro para la televisión argentina.
A su regreso a España interpreta en el Teatro Español de Madrid El zapato de raso de Paul Claudel, dirigida por José Luis Alonso y Sola en la oscuridad dirigida por Jaime Azpilicueta. Participa en la I Campaña Nacional de Teatro con Los chismes del pueblo de Goldoni, Un marido de ida y vuelta de Enrique Jardiel Poncela y La verdad sospechosa de Ruiz de Alarcón.
En 1970 estrena en Madrid El sueño de la razón de Buero Vallejo, con José Bódalo; O.K. de Isaac Chocrón; La cornada de Alfonso Sastre y La piedad de noviembre (sobre el presunto asesino de John F. Kennedy) ambas dirigidas por Adolfo Marsillach. Se traslada a Barcelona en cuyo Teatro Nacional permanece la temporada 1971-72 con El caballero de Olmedo de Lope de Vega, dirigida por Ricard Salvat; Exiliados de Joyce, dirigida por Antoni Chic; y Espejo para dos mujeres de Jaime Salom, dirigida por José Mª Loperena. De nuevo en Madrid interpreta El matrimonio del señor Missisipi de Durrenmatt, con Jesús Puente.
En 1973 estrena en el Teatro Eslava Anillos para una dama de Antonio Gala, la obra que le dio popularidad y fama con su papel de doña Jimena, viuda del Cid. María Asquerino, vestida con un llamativo traje de Elio Berhanyer, se paseaba por el escenario con una cinta de raso que cubría discretamente su pecho. Una vez muerto Franco, se eliminó dicha cinta dejando al descubierto su busto… José Luis Alonso dirigió a María con la seguridad de que el personaje y la actriz se entremezclaban sin límites. En uno de los muchos homenajes que recibió, Antonio Gala escribió un soneto, en el que decía en algunos versos: "Altanera la frente, triunfadora / La mano acaricia o despedaza, / Dos lumbres en los ojos de amenaza, / Que sólo ante el amor se rinde y llora. / Tan hecha estás de vida y de agonía, / Tan en su casa se halla en ti Jimena, / Que ya eres más Jimena que María"
Participa en el Motín de Brujas, de Benet y Jornet, dirigida por Josefina Molina, en el Centro Dramático Nacional; Filomena Maturano de Eduardo de Filippo, La gaviota de Chejov, en el Bellas Artes, dirigida por Manuel Collado; La reina castiza de Valle Inclán; y en Tirante el blanco con versión de Francisco Nieva.
En 1988 estrena Las damas del jueves de Loléh Bellon, producida y adaptada por Luis de Castro, con dirección de Manuel Collado. Continúa trabajando en Triple retrato dirigida por Jaroslaw Bielski; Hipólito de Eurípides, dirigida por Emilio Hernández; y Balada de los tres inocentes de Pedro Mario Herrero, dirigida por José Luis Sáiz. En 2001 estrena Las señoritas de Avignon de Jaime Salom, dirigida por Ángel Fernández Montesinos.
Sus últimas apariciones han sido en el Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional: Roberto Zucco de Koltés, bajo la dirección de Lluis Pascual; Flor de otoño de Rodríguez Méndez con dirección de Ignacio García; y Tío Vania de Chejov en una personal versión de Carles Alfaro.
Entre su filmografía hay casi ochenta películas, desde la primera en 1941 (Porque te vi llorar de Juan de Orduña) hasta la última en 2009 (Pagafantas de Borja Cobeaga), pasando por algunas míticas como Don Juan, de José Luis Sáenz de Heredia, Pequeñeces, Agustina de Aragón, de Juan de Orduña, Séptima página, de Ladislao Vajda, y sobre todo Surcos, de José Antonio Nieves Conde.
A lo largo de su trayectoria recibió numerosos galardones. Uno de los que le hizo más ilusión fue el Premio de la Unión de Actores a toda una vida, porque afirmaba que tenía especial importancia al habérselo concedido sus compañeros