El antiguo dirigente vecinal de La Mosca y Alto Jaboneros falleció esta madrugada a los 80 años. Su misa funeral será este sábado a las 10.30 en la parroquia de San Juan de la Cruz, en El Palo
Pepe Martín Martín, ‘el Polaco’ -viejísimo apodo familiar- ha fallecido en la madrugada de este viernes a los 80 años en su casa de La Mosca, tras una larga enfermedad. La familia informa de que la misa por su descanso tendrá lugar este sábado a las 10.30 en la parroquia de San Juan de la Cruz en El Palo y a continuación descansará en el vecino Cementerio de San Juan, en el barrio.
Este incansable dirigente vecinal, que presidió las asociaciones vecinales de La Mosca y Alto Jaboneros, estaba casado con Francisca Santiago, antigua vecina de los Montes, y eran padres de cuatro hijos.
En busca de un futuro en la capital, a mediados de los 70 se instaló en La Mosca, ya casado y con hijos. Pepe Martín trabajó en el transporte y fue camionero, conductor de autobús y taxista y se implicó en las reivindicaciones vecinales de la barriada de La Mosca, de la que fue su presidente.
A mediados de los 80 volvió a sus orígenes y pudo marcharse a vivir a Alto Jaboneros. Pepe fue el presidente de su asociación de vecinos durante muchos años y llegó a representar a los colectivos de la zona hasta convertirse en el portavoz de los vecinos de los Montes de Málaga, un rincón por el que luchó durante lustros, siempre con el propósito de que pudieran contar con carriles dignos, luz y agua potable.
En este sentido, siempre reivindicó la promesa de hace 23 años del alcalde Francisco de la Torre de traer el agua a los Montes y luchó porque se reconocieran los derechos de las familias históricamente asentadas en estos núcleos, con la declaración de hábitats rurales diseminados. Además, fue un firme defensor de los valores paisajísticos y naturales de los Montes y trató de que se convirtieran en un gran atractivo turístico de la ciudad, de ahí que propusiera visitas guiadas para darlos más a conocer.
La constancia de Pepe, mezclada con su buen carácter, generosidad y su sabiduría de hombre de los Montes se ganaron el afecto de los vecinos pero también de los muchos cargos públicos y periodistas a los que trató, siempre en constante lucha por defender los intereses de los núcleos más alejados de la capital.
Se marcha el que también era un gran verdialero, el alma de los Montes de Málaga, su gran defensor. Alguien tan ejemplar e inolvidable como Pepe se merecería como mínimo un hermoso mirador con su nombre con vistas a lo que fue su vida, lo que siempre reivindicó.
Descanse en paz.