Frente a la barbarie la ternura y la firmeza. Frente al embrutecimiento y el patriotismo rentable la fraternidad y también la humanidad. Frente a la marea que amenaza con enfangarnos, con aplastarnos, la declaración de nuestros principios, la negativa a cedernos, a plegarnos ante . . . la barbarie.
Frente al nuevo y preocupante fenómeno estadounidense, frente al auge de la extrema derecha, del fanatismo, la xenofobia y el racismo, el puro y casi exclusivo empeño por acumular poder monetario, fomentando la desigualdad que enriquece a unos poco y deja en la exclusión a la inmensa mayoría. Frente al presidente Trump y a su gobierno la firmeza de nuestras convicciones.
Y tal vez por intentar sanear mi embotamiento ante tanta barbaridad, y desde mis lecturas de siempre, a pesar del anonadamiento que me embarga, he decidido, con mucho gusto, volver a releer algunos de aquellos libros que me acompañaron al despertar de la vida, en parámetros de vitalidad y nobleza que jamás he podido olvidar y que agradezco a diario.
Y así me he dispuesto a releer “Las aventuras de Tom Swayer” y “Las aventuras de Huckleberry Finn” del gran autor, inolvidable fabulador, Mark Twain, tan pegado a la realidad de su época, capaz de habernos entusiasmado, seducido y aleccionado contra el racismo que se toleraba como algo natural. Ambos libros los he leído varias veces y siempre he gozado de su lectura, de la humanidad que transpiran estos libros, juveniles y adultos, entretenidos y hondos, humanos, profundamente humanos, que me sirvieron tanto en la primera lectura, cuando yo era un adolescente atolondrado y lleno de ganas de “aventuras” . . . animado por mis héroes de estos libros, Tom y Huck, tan inocentes como determinados, tan libres como entrañables.
Y ahora que los nubarrones de la intolerancia, del racismo y la xenofobia, la falta absoluta de fraternidad universal, el odio consentido y jaleado al distinto, al desfavorecido, al débil, al refugiado, al emigrante, amenazan el panorama en los países supuestamente “más civilizados”, encabezados ahora mismo por EEUU y su presidente Trump, es cuando es más preciso que nunca ir a buscar lo más noble del pasado, de la historia, de la cultura norteamericana.
Y por eso mismo estoy tomando fuerzas, recobrando la firmeza y la nobleza, releyendo estas obras cumbres de la cultura estadounidense.
Y no pararé aquí, porque me interesará volver a leer la novela de Harper Lee, “Matar un ruiseñor”, para gozar de su empaque y de su mensaje, así como poder ver su versión cinematográfica, para poder volver a recrearme en la entereza del abogado Atticus Finch.
Y también, y tal vez en otro orden de valores, aunque estos valores sean universales, humanos e irrenunciables. Y me estoy refiriendo a “Las uvas de la ira”, novela, con su versión cinematográfica correspondiente, protagonizada por el gran Henry Fonda; otra obra cumbre que ofrece el espectáculo sangrante de la pobreza absoluta, de la desigualdad insoportable, de la saña que ofrece la explotación del hombre por el hombre.
Y seguiré retomando ánimo y fuerzas de las mismas fuentes donde se ha desatado el espanto y la barbarie.
Torre del Mar enero – 2.017