por las calles y plazas del gran Madrid, por y en el antiguo rompeolas de todas las Españas, con la urgencia existencial e ideológica de mostrarse firmes en protesta y reclamo por una dignidad echada en falta por la población en general.
Exactamente “por pan, techo y trabajo”, algo tan básico, tan incuestionable, tan humano . . . que se aceptaba como muy aceptable el sentido y la necesidad de ese movimiento reivindicativo por “pan, techo y trabajo”, como algo premioso y lógico.
Resulta que entonces y según se iban acercando, las distintas marchas a la capital, el presidente de la Comunidad de Madrid tuvo a bien o a mal hacer una comparación odiosa y maliciosa entre los convocantes y los participantes en las citadas marchas con el nazismo. Suficiente barbaridad como para distraer la atención sobre la esencia de la reclamación y protesta.
Resulta que, a pesar de todo, La Marcha por la Dignidad resultó un éxito grandioso y denunciador, de masiva participación, civilizada y pacífica, cuando algo . . . comenzó a torcerse.
Resulta que entonces mil o mil quinientos miembros violentos, manifestantes con una agresividad desatada comenzaron a atacar con palos, palancas, adoquines. . . a los guardias antidisturbios que, en un alarde de inoperancia, se vieron rodeados, un grupo pequeño, habiendo sido convocados 1.700, y atacados comn acerada virulencia, sin que pareciera, la policía, capaz de reordenarse y repeler tamaña agresividad que, por supuesto, es absolutamente rechazable y condenable.
Y resulta que el espectáculo por las cadenas de televisión fue dantesco, y resulta que, a partir de esas imágenes el debate se centró al respecto, sin duda, para encontrar culpables, errores, responsables, causas y efectos, para llegar al ditirambo del “manifestódromo” si es que queremos quitarnos de en medio ese fastidio de las manifestaciones, aunque haya que montar el espectáculo gambito que engorde o afee las cosas, principalmente si se deja de hablar de los problemas de verdad que han de pasar soslayados.
Porque resulta que no conviene ni es bueno discutir, comentar, debatir sobre asuntos que “afeen” la labor de nuestros gobernantes actuales.
Y ayer mismo, en cuasi retransmisión en directo, se pudo comprobar como “unos servidores del pueblo”, policías en acto de servicio, ordenando la “zona de seguridad” en una manifestación que se estaba celebrando en la Plaza del Sol de Madrid supieron dar unos buenos porrazos, sin duda, a tres periodistas que, estando trabajando, cobraron bien de la “Seguridad del Estado”.
Y es que los gambitos. . .los justos. . . porque a nadie le va a apetecer hablar de “pan, techo y trabajo”.
Torre del Mar 1 – abril – 2.014