En Andalucía y para una legislatura que ha arrancado a trancas y barrancas, cuando se la prometía tan cómoda la lideresa que prometía tanto.
Y es que la cuerda no aguantaba ya más sin romperse. El pulso estaba amañado, en cualquier caso, y solo podía quedarse en minoría y con el rechazo del resto que son, por cierto, mayoría.
Y eso que el partido “natural” de los andaluces tiene todas las de ganar, con lo que cuesta que cambie el parecer de un pueblo, por muy soberano, que ha asumido que las cosas son así.
Y más en nombre de la bondades del amor desplegado, sin ambages ni dobles vueltas, de la papisa en ciernes hacia su pueblo de andaluces y andaluzas a quienes tanto quiere y por los que todos los sacrificios serán pocos.
Y es que así resultará para que todo comience a rodar sin sobresaltos, aunque se hayan firmado más de setenta nuevos compromisos que ya son papel pompado, que nadie conoce, por la pura necesidad de que más vale continuar que darse a la revolución que tanto se teme.
Y entonces todo seguirá plausible y predecible, con la inercia de tantos años asimilando que nada puede ser muy distinto.
Con las apelaciones de rigor al regionalismo que todo lo explique, incluso el estado de cosas permanente que no mejore nada, en aras del conformismo y el jaleo alegre que disipe las penas.
Así pues ya vuelve a haber papisa que gobierne y planee las buenas palabras que amansen y amainen los furores del atraso secular de una tierra ¿santificada? por el costumbrismo multicolor, la gaita y el tamboril, la estela sobre la mar y la fe que no se decida a desenclavar al Cristo crucificado. . . mientras la papisa sabrá amar a las andaluzas y andaluces con esa entrega verbal que tan cerca del corazón llega, ¡cómo no!.
Torre del Mar junio – 2.015