Lo que pasa en Pedregalejo no se debe al inexorable progreso sino al desnortamiento de unos políticos que creen que el Urbanismo no consiste en ordenar una ciudad sino en fomentar su crecimiento sin fin
Aunque la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena lamente que el índice de lectura de nuestros políticos esté por el subsuelo de las líneas 1 y 2 del metro, toda persona que en España quiera ejercer la política debería hacer un esfuerzo intelectual -puede que en algunos casos sobrehumano- y leer cuando menos dos libros impagables que han salido en estos locos años 20.
El primero de ellos es ‘España Fea’ (Debate) de Andrés Rubio, que cuenta cómo la llegada de la Democracia no sólo no frenó el caos y la especulación urbanística de la Dictadura de Franco sino que los potenció y los sigue potenciando a derecha e izquierda.
El segundo se titula ‘El malestar de las ciudades’ (Arpa) de Jorge Dioni López y detalla por qué cada vez es más difícil vivir en ellas, en unos tiempos en los que muchas ciudades españolas se venden sin complejos al mejor postor, con preocupantes consecuencias para la población local.
El político malaguita descubrirá con bastante inquietud que Málaga capital aparece mencionada numerosas veces en ambos ensayos, especialmente en el segundo, y no como ejemplo a seguir.
Como recuerda Jorge Dioni López, el plan de futuro para nuestro país parece ser este: «Ni un centímetro de costa sin urbanización. Ni un monte sin coto de caza. Ni un humedal sin campo de golf o regadío. Ni una plaza sin terraza. La materia prima de España es España. Hasta que se agote».
Los vecinos de Pedregalejo, después de 12 meses en los que el Ayuntamiento de Málaga los ha ignorado olímpicamente, han vuelto a dar la voz de alarma por el descarado proceso de sobreexplotación del barrio con el fin de meter con calzador bloques a precios sólo aptos para profesionales de alto nivel o asesores políticos -si es posible, de mayor altura que el edificio que hay al lado, faltaría más-.
Y por supuesto, para continuar engordando el parque de viviendas turísticas, pues nunca parecen ser suficientes en esta ciudad adicta al flujo de turistas, ya que sin él se queda en nada, como se comprobó en la pandemia.
Ciertamente, hay que tener aversión a la lectura para permitir, como denuncia la asociación de vecinos, que el listado de edificios protegidos del barrio lleve sin ampliarse desde 1983.