Y el tal tipo sobrevive, en poses de supuesta devoción, entre sus fieles seguidores, despotricando contra la libertad de las sensibilidades, incluso contra aquellas que nos hacen mejores, incluso desde la fraternidad humana que nos permite comprendernos y aceptarnos mejor a los unos con los otros.
En nombre de las “sensibilidades” inaceptables para tipos de la jaez del tal Cañizares.
Hace 40 años se produjo el crimen horrendo, el asesinato alevoso, la matanza imperdonable de los abogados laboralistas del despacho de la calle de Atocha en Madrid. Un hito y un atentado incivil e insensible del odio contra el afianzamiento de las libertades y los derechos humanos en nuestro país, tras haber salido del túnel putrefacto de una dictadura infame, mientras se daban los primeros pasos de una democracia, frágil aún.
Ángel Rodríguez Leal fue una de las víctimas. Ángel había nacido en un pueblo de Cuenca llamado Casasimarro.
La anterior Corporación municipal le puso su nombre a un parque.
Hace poco un grupo de ciudadanos había propuesto “que se colocara una placa conmemorativa de los hechos”.
Ante esa propuesta, el actual alcalde, un tal Juan Sahuquillo, se ha negado a colocar el recordatorio para “no herir sensibilidades”.
Y uno se pregunta: ¡pero tantos malnacidos pueden vivir en ese pueblo para sentirse heridos en su supuesta sensibilidad ante esa solicitud!.
O simplemente lo de “las sensibilidades” ¿se ha convertido en una indecente coartada de quienes ya tienen tan mal parada su sensibilidad que no aceptan el respeto a la humanidad, a sus avances en libertad, igualdad y derecho, y prefieren permanecer en la caverna odiando y contagiando su odio?
Y uno solo puede manifestar su hastío y su desprecio, tan sensibles ante tanta falta de sensibilidad . . .por mucho que invoquen sus particulares ópticas de ver las cosas como a ellos les gustarían.
En nombre de su odio y su mala saña como alarma y alerta muy, pero que muy peligrosas.
Torre del Mar enero – 2.017