HOMENAJE A LA VEJEZ DEL MARINERO

En fechas que no existía la jubilación como se contempla actualmente, aquellos marengos ya mayores y agostados por una larga vida de continuado trabajo, fueron premiados con una paga vitalicia, que les dio el Patronato Provincial de Homenaje a la Vejez de los Marineros,  compensando así el duro trabajo que ejercieron durante toda una vida en el mar.

Aquellos viejos lobos de mar convertidos para su fortuna en “pensionados”, fueron José Albarracín Cervantes, Fernando Narváez Pérez, Pedro Román Garrido, y Miguel López Gutiérrez, todos mayores de 70 años. El acto de reconocimiento fue celebrado en el teatro “Vital Aza” y, como escribe en su artículo el periodista: “El espectáculo que ofrecía aquel grupo de viejos lobos de mar, de bronceada tez y cabelleras blancas como la plata de los pescados; temblorosos de emoción y de alegría al recibir las pensiones vitalicias de manos de las autoridades era, en efecto, sorprendente, de tanta sublimidad.”

El reportero, Sr. Herrera Arias, en su escrito,  indica que estuvo tan absorto y entusiasmado durante el acto, que no cesaba de preguntarse las muchas penalidades que aquellos hombres habrían sufrido hasta llegar a la vejez  y al compensatorio momento actual, llegando a sentir un vivo deseo de conocer algunos detalles  de las vidas de aquellos “pensionados”, que no jubilados.

Así que para dedicarles su admiración, respeto y simpatías por la labor honrada y laboriosa realizada durante toda una vida, decidió trasladarse hasta El Palo para conversar con ellos.

Pocos fueron los días que este buen periodista dejó transcurrir para cumplir con su deseo, y tras haber llegado a nuestro barrio sobre las tres de la tarde, este buen hombre se puso a recorrer la playa hasta llegar a encontrar a los ancianos marengos que se encontraban junto a una vieja barca, que posiblemente los doblara en edad por su estado, contemplado

añorantemente las olas en su ir y venir, porque muy posiblemente cada una de ellas les trajese un recuerdo diferente.

El periodista se sentó con ellos a la puerta del ventorrillo de alguno de aquellos ya históricos propietarios, como por la fecha pudo ser el “Gran Parada” de Miguel “el de la sardina”, o el de “el Traganuo”, pongo como ejemplos. Allí, sentados en torno a una mesa y unos vasos de buen vino de la tierra, los “pensionados” marineros le refirieron cosas muy interesantes de incidencias y aventuras ocurridas a lo largo de su ardua profesión, que el informador y sus acompañantes escucharon  atentamente.

Uno de ellos narró lo siguiente: “Hace mucho tiempo, tenía yo entonces unos cuarenta años, cuando cierto día salimos a remo a pescar en barca, sin temor a lo embravecida que estaba el mar. Me acompañaban en la empresa dos hombres más y un hijo mío de doce años, que no era el primer riesgo que corría.

Efectuada la pesca regresábamos ya, cuando nos sorprendió un fuerte temporal, próximo a las playas de Nerja. Una enorme ola hizo zozobrar la embarcación y esta, impotente para resistir las violentas embestidas, volcó sobre el lado derecho. Una angustia horrible me sobrecogió; no era perder mi vida lo que me interesaba, sino la de mi hijo, al que veía hundirse.

Mis compañeros se alejaban a nado en busca de tierra salvadora, y yo me encontré solo para luchar contra el enfurecido elemento. Tras ligeras vacilaciones, un pensamiento se fijó en mi mente y un nombre salió de mis labios: ¡Virgen del Carme! Hice un esfuerzo sobrehumano alcancé a mi hijo y le hice que se abrazara a mi cuello y así, nadando, nadando, llegamos a la playa.

¡Se había realizado un milagro! La Virgen del Carmen, nuestra Patrona, me dio fuerzas y serenidad en aquellos momentos, y por eso cuando su imagen es sacada en procesión voy yo y va mi hijo que ya es un hombre, tras ella, descalzos y con velas encendidas…”

El pobre hombre calla y medita; nosotros respetamos su silencio. Nos parece que, ahora, sus ojos, humedecidos por una lágrima, son más brillantes. Es sin duda alguna, el fulgor de la fe.”

Tras esta última y dramática narración, el periodista da por terminada su visita a la playa, y al barrio paleño con la satisfacción y el deseo cumplido de haber podido conversar con aquellos cuatro marineros, que como dijo la directora de la Normal al intervenir en el acto en que les fue concedida la paga vitalicia: “En el cielo estarán por buenos, por sencillos, por creyentes y por heroicos…”

Aunque nosotros no podamos verlos, porque muchos deben ser los años transcurridos desde que este pescador y su hijo pasaran a sentarse  muy cercanos al Celestial Trono de su Virgen del Carmen, si usamos los ojos del corazón, puede que los veamos este año también, portando en la procesión sus velas y su amor por la Patrona del barrio.

 

José Antonio Barberá