El acoso, un verdadero escrache, viene de lejos. Desde hace dos años, miembros de la asociación provida Corazón Tierra de María montan guardia frente a la clínica donde, legalmente, se practican abortos de acuerdo con la ley vigente. Distribuyen folletos en los que se identifica al aborto con el holocausto.
«¿Qué diferencia los crematorios nazis de nuestras impolutas clínicas abortistas?», reza un cartel que exhiben ante el Ginecenter. Ellos mismos responden: «Que los primeros no necesitaban ser blanqueados». La dirección de la clínica ha puesto tres denuncias en dos semanas, pero ahí siguen los provida reclamando su libertad de expresión.
La misma que proclama el obispo de Jerez, José Mazuelos. Tras la retirada de la ley Gallardón, buena parte de la jerarquía católica puso el grito en el cielo. La andaluza no se quedó a la zaga. Monseñor Mazuelos afirmó que, ante ese error de Rajoy, le quedaban dos armas: la libertad de expresión, que ejercía, y la amenaza de retirar el voto al PP.
En Sevilla, su hermano en Cristo, el obispo Gómez Sierra dedicaba su homilía del día de la Merced al tema de la semana: el aborto. Una verdadera «cultura del descarte», afirmó. Según la cual «a los niños se les niega su dignidad humana quitándoles la vida». Aunque más lejos llegó el obispo de Alcalá de Henares que, amén de acusar al PP de estar «infectado por el lobby gay», y de acusar a los partidos de ser «verdaderas estructuras de pecado», afirmó que el Tren de la Libertad era en realidad el Tren de la Muerte.
El tren de la libertad arribó a Madrid lleno de mujeres que defendían su derecho a decidir sobre su propia maternidad. El malestar de los integristas andaluces no se quedó solo en el seno de la iglesia. El alcalde de Sevilla, el muy beato Juan Ignacio Zoido (PP), afirmó que ha defendido, defiende y defenderá el "derecho a la vida» y culpó, cómo no, a Zapatero del problema.
Por cierto: fue una socialista gaditana, Bibiana Aído, quien sacó adelante la vigente ley del aborto. Una norma que ha hecho que disminuya el número de interrupciones del embarazo. Estos reductos del integrismo católico, tan presentes aún en Andalucía, no se resisten a seguir impregnando de su religión la vida pública. Anteponen su moral al laicismo de un Estado moderno. Siguen anclados en el siglo XIX.
@JRomanOrozco