L A C I Z A Ñ A

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Y con mucha prisa, por lo visto, estos príncipes de “su Iglesia”, la iglesia de la religión del amor “corren que se las pelan” a sembrar su inquina.  

                                               Y uno lo lamenta profundamente y uno  sospecha que no sea suficiente esa invocación que suelen hacerse tales católicos cuando hablan de “hermanos en Cristo”, en detrimento de esa otra afirmación de hermanos de todos con todos, por encima de razas, sexos, creencias, fes o religiones . . . como para que uno termine creyendo que la cizaña lleva demasiado tiempo sembrada.

                                               De los tres grandes principios, a los que se suele apelar con ligereza o con franca determinación, tales como “libertad, igualdad y fraternidad”, pienso que el último principio suele quedar relegado con ligereza, como si no comprometiera, cuando resulta el valor más difícil de cumplir, más humano, porque es la solidaridad, la fraternidad y la generosidad, en consecuencia, lo que aseguraría una sociedad mejor, enmarcada en los principios que nadie debería tampoco discutir como la libertad y la igualdad.  

                                               Una de las razones por las que el yihadismo y su intolerancia, su fanatismo, su maldad intrínseca en los principios que defienden y ondean está la de acabar con “nuestra manera de vivir, de ser, de entender la Humanidad y las relaciones que nos deben hacer ser, exactamente, más humanos”. Por eso es demasiado miserable, demasiado torpe . . . no sentirnos obligados por ese tercer principio, la fraternidad, que algunos “príncipes eclesiásticos” se han apresurado a olvidar, a despreciar, a no tomar en cuenta.

                                               Y han corrido, con infame premura, a “utilizar y relacionar”, la circunstancia de haber sido hallado, en el lugar de los atentados, un pasaporte registrado en su entrada a Europa por una isla griega, sin haberse podido demostrar nada más, para que el tal Munilla siga sembrando “cizaña” en el interior de nuestra civilización . . . que no quiere renunciar a sus principios, por su propia supervivencia, por su propia dignidad.  

                                               Recuerdo que en los últimos meses han llegado a Europa más de 640.000 refugiados que “aguardan nuestra sensibilidad, nuestra fraternidad quienes sufren el horror, el espanto, y huyen y piden clemencia, acogimiento, refugio digno, generoso y noble. .  . y solo son refugiados, a su pesar”. Y parece que la alarma ha saltado a partir de un solo hecho puntual.

                                               Por otra parte también cabe mencionar que un país como Jordania, con ocho millones y medio, ha acogido 1.250.000 refugiados. Europa con 550 millones de habitantes discute “cómo acogerá” a ¿85.000? refugiados, por otra parte “sospechosos” para los tales Munilla y Cañizares.

                                               ¡Que algún dios nos ampare!.

 

                                               Torre del Mar     noviembre – 2.015