L A J Á B E G A
A las claras del hambre
y la ansiedad
hunde su quilla
de madera y empuje
humildes
en el oleaje que rebasa
la mar
incierta.
Bajo el rebalaje de la luna,
apaciguada su furia,
en tanto se apresta la mirada,
afianzado el timón,
rumbo a mar
adentro, a mar
abierto,
para echar la jábega,
sujeta a tierra firme,
sobre el fondo cebado,
enarbolado el coraje,
herida la esperanza,
marineros en tierra,
pescadores jalando,
los pies anclados,
sobre los guijos,
sobre el ánimo que entona
una copla, lamenta
un quejío, mientras
se arremolina el copo,
jalado, rebozado de
arena y luces, de
plata y espejos,
en tanto tira la hambruna,
se encorva la espalda y
jala cerviz, por el futuro
que llega en el copo,
tan escaso, tan cicatero
que salta y sorprende,
por alegrar las penas,
por entretener la espera,
en tanto la jábega baila sobre las olas,
en tanto los señoritos sacian su resaca,
al oreo de un espeto y un vaso de vino,
por cuatro reales,
pregonada la necesidad,
en un cante desgarrado,
en un media sonrisa
que es un rictus,
en la amarga victoria
que es efímera,
que es poder jalar a diario
por el sustento ralo,
a brazo partido,
como siempre,
como desde hace tanto,
que es milenario
el denuedo de los hombres de la mar,
por dejarse la piel en la vida
que no les rinde,
en tanto la jábega
sueña y vara
en duermevela
Torre del Mar 18 – septiembre – 2.011