L A S P O L L A S

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Las pollas «vuelta y vuelta», en banda y jauría altisonante, manoseadas a conciencia, para hacer como se llevarían a todo por delante, con la efusividad de los carneros por darle la razón al maestro Machado que insistía en que «de cada diez cabezas una pensaba y nueve embestían», porque parece ser que la cabina de pensar algunos o muchos la tienen en la «punta del capullo», empujando o embistiendo, con la farfolla de hacerse notar, con el miembro por delante, con la polla de cada quien en salmuera, bien conservada, bien exhibida, en demandita por hacerse notar según la calidad de la polla particular. Para que, al cabo, sea lo que queda en la mocería, la carne amojamada embutida en un pellejo que apenas cubre la nada hecha «una polla» de campeonato, tal vez porque sea lo único que al final sea lo que les «represente», ¡pues muy bien1 y ¡qué poquita cosa!, como para que el personal macho presuma y se exalte jurando y perjurando que ¡allí va lo que «les sale de sus pollas»!, pues, nada que apunten bien y que no sea para tanto. Y así están tan baratas las pollas que ya no valen ni para tomárselas en serio. Cuando resulta que se van convirtiendo en adminículos inconsistentes y baldíos. Puestas en almoneda a voz en grito, en rifa a calderilla, por mucho que se expongan las pollas como atributos viriles de los mamporreros que van de hombrones de poquísima monta. Así pues que se manoseen las «pollas y pollones», hueros apéndices, envarados de nada y émbolos que hagan subir y bajar la sangre que haga por regar la escasísima sustancia de los dueños inconscientes de los pollones, de las pollas, interlocutores yermos de su vacío existencial, tan hueco y peligroso como su propia inercia para embestir. . .y poco más, y nada más. Torre del Mar octubre – 2.014