al cinto de los segadores
que han madrugada,
cernida la noche,
iluminado el firmamento
de estrellas, puntitos que son luceros
sobre el alba que se anuncia,
más allá de la loma,
camino de la pieza bruñida de mies
y espigas,
vencidos los riñones,
fiero el dalle cortando los tallos
enhiestos,
rota la cerviz,
callado el empeño por continuar
segando
sin tregua,
el sudor pegado al cuerpo que no descansa,
que brega, indomable,
hasta la extenuación
milenaria
de generaciones y generaciones,
de segadores curtidos,
de segadores invencibles
en el escalón más bajo . . .
para ir a chocar, en un golpe seco,
contra la zoqueta que recoge la gavilla,
que abraza el descanso
imposible,
al relente húmedo
de la siega eterna,
huyendo del hambre. . .
sobre la mar océano
de mieses oleando
pan y alma
Torre del Mar julio – 2.015