L E E R

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. . ayudando al fin a contagiarnos de conocimiento, de sentimiento, de humanidad.

Y después de tanto repetirlo, no se ha logrado convertir a la lectura en la principal motivación de todo el proceso de aprendizaje de nuestros niños y adolescentes . . . ¿los futuros lectores adultos?, en nuestras escuelas, colegios e institutos de educación universal y obligatoria.

Es difícil de comprenderlo y aceptarlo aunque sea una realidad triste y mansa.

Tras las palabras hueras y los articulados inevitables, la educación en España relega a la lectura a una posición secundaria, por mucho que se me contradiga.

Ya no hablemos ni digamos del fomento de la afición y el amor a la lectura.

Empezando por los responsables de la enseñanza, sus agentes más directos y cercanos, es decir los pedagogos, maestras y maestros, en el día a día del aula, de la escuela, donde la necesidad de contagiar el entusiasmo, la pasión por la lectura debería palparse minuto a minuto, por encima de cualquier otro objetivo instrumental, al menos durante la enseñanza obligatoria, aquella que debe enriquecer a toda la población, que espera y confía en sus referentes que, precisamente, en un porcentaje notable "no engañan a nadie" cuando afirman que hay que leer, porque son ellas y ellos los que no leen regularmente.

Empezando por esas maestras y maestros que aducen "que no tienen tiempo para leer, que se aburren leyendo, que ya leyeron lo que debieron . . .".

Y el mal ya está sembrado y el resultado jamás podrá ser aceptable, y seguiremos, como sociedad, en esa asignatura, el reto saludable de amar la lectura.

Aunque la esperanza permanezca tozuda, porque quienes amamos la lectura, porque quienes amamos leer lo hacemos a diario, porque nos gusta, porque amamos la lectura, porque necesitamos seguir leyendo, porque forma parte de nuestra vida, la lectura que nos atrapó . . .en aquellas bibliotecas de barrio, gracias a aquellos maestros que nos inocularon el amor, la pasión, y por qué no también . . . la técnica precisa, gracias a que fueron capaces de contagiarnos su entusiasmo, su capacidad, su pasión, en definitiva.

Y tras la celebración del Día del Libro, tras la decisión personal, loable de regalar un libro . . . necesitamos, los lectores recalcitrantes, contagiar, convertirnos en "reactivos" indispensables de esa necesidad enriquecedora, creativa, mágica, . . . para ser los otros siendo más nosotros, en los otros, en nosotros mismos.

Porque efectivamente, la mejor lección es leer, y el único, fundamental y principal objetivo de la Educación debe ser la adquisición del gusto por la lectura y la técnica para lograrlo.

Torre del Mar 23 de abril – 2.017