Primeramente se pudo contemplar un incendio, la sala del reactor estaba ardiendo. Los bomberos apagaron el fuego en tres horas. Sin embargo, en el corazón del reactor, el grafito seguía ardiendo.
No conocían las causas y por lo tanto los bomberos siguieron utilizando agua. Esto agravó la situación y varias explosiones más pequeñas tuvieron lugar, uno con una contaminación radiactiva aguda. Para evitar que la radiactividad se propagara con posterioridad en el medio ambiente, se llenó el reactor con cinco mil toneladas de boro, dolomita, arena, arcilla, plomo . . . hasta encofrarlo con hormigón . . .
Desde los primeros instantes del accidente, catástrofe, tragedia . . . hombres y mujeres, bomberos, ingenieros, médicos, soldados, empleados de todo tipo se ofrecieron, colaboraron, trabajaron, se emplearon a fondo en sofocar y limitar al máximo el alcance del terrible accidente nuclear de Chernóbil desatado espantosamente.
Todas estas mujeres y hombres sabían que estaban trabajando expuestos a unos niveles de radiactividad letales. Ninguno renunció, nadie se echó atrás. Su sacrificio fue vital para millones de seres humanos. Muchos de ellos murieron a las pocas horas, a los pocos días o meses. Los supervivientes han logrado hacerlo padeciendo avejentamiento prematuro y enfermedades gravísimas.
A todas estas personas que no dudaron en sacrificarse sabiendo que estaban exponiendo su salud y su vida se les conoce por “Los liberadores”.
A los que han logrado permanecer vivos hasta hoy en día se les ha reconocido su valor, han recibido homenajes y les han llenado sus pechos de medallas. Nadie duda de su importancia vital en los efectos desastrosos del accidente de Chernóbil
Pero parece que el agradecimiento tenía fecha de caducidad, y el reconocimiento ya cuenta a la baja.
En este treinta aniversario del accidente de Chernóbil “los liberadores” han lamentado y denunciado que sus pensiones, con las que apenas podían pagarse sus medicinas y tratamientos, se han visto “visiblemente recortadas”, en nombre de la “crisis” tan recurrente.
Y es que la inhumanidad no tiene límites ni voracidad que la sacie.
En malahora para deshonra, una más, para el género humano, al menos para muchos de los dirigentes de ese género ¿humano?.
Torre del Mar abril – 2.016