Porque es verdad que los asesinatos ocupan las portadas, escasamente un día, y es verdad también que el resto de miles de agresiones diarias quedan en la impunidad, o lo que es peor aún, en el silencio, en el olvido y hasta en la “generosa y muy equivocada comprensión” de las víctimas . . .antes de ser irremediablemente víctimas asesinadas.
Ayer precisamente leía que la mayoría de las adolescentes, de entre trece y quince años, confesaban que admitían peor la infidelidad que el maltrato, el empujón, el escupitajo, los celos infames y rastreros, el menosprecio, el insulto. . .cuando resulta que ahí se inicia el germen del futuro infierno que no tiene por qué terminar en el asesinato. . .si no que muy a menudo desemboca en una vida de horror, de sometimiento, de miedo cerval constante y diario, de renuncios, de silencio, de no vida. . .a expensas del machismo nauseabundo del joven de ayer, del macho de hoy, escoria y despojo inhumano capaz de dañar hasta lo indecible, hasta lo infrahumano, en el espacio acotado del mal llamado hogar, en el reservado mezquino y perverso de cuántos callan y disimulan a su alrededor, de cuántos callamos y disimulamos porque también somos unos cobardes.
Porque cuesta asumirlo y cuesta interiorizarlo, pero el maltrato termina “matando”, lentamente, psicológicamente, bofetón a bofetón, desprecio a desprecio, insulto a insulto. . .hasta la anulación de la persona a la que, tal vez, un día se la dijo que “se la quería”. . .¡en mala hora!. . .cuando muy frecuentemente ya daba señales de su condición el maltratador silente, el asesino cobarde y vil.
Algo parecido al tema de la contracepción y el uso del preservativo, en el sentido de que ha de ser la mujer la encargada de “exigirlo”, por ella misma; asimismo en el tema del maltrato seguramente también debería ser la mujer la que cogiera las riendas de su propia autoestima, aunque resulte demasiado difícil ante el aluvión de “la promoción del falso amor” que “requiere tanta renuncia a la mínima dignidad humana”. . .porque un empujón es el principio del horror, una exigencia es el origen de la falta de respeto mínima y elemental, porque “el maltrato termina aniquilando, matando”. . .y un acto de amor “obligado” es una concesión “al maltratador que pretende convivir contigo”, porque un simple escupitajo, un no desairado, un chantaje burdo y zafio, un leve empujón. . .es la alarma que nadie debería pasar por alto. . . porque el horror ya está llamando a la puerta. . . y “el siguiente empujón ya será demasiado tarde”.
Porque, con todo, está en juego la humanidad de cada mujer, su dignidad y su valor, el respeto y la autoestima que se les debe, sin aspavientos, sin melifluas conspiraciones hacia las sensibilizaciones más crueles, porque la necesidad es de sobrevivir y de vivir en libertad y dignidad como algo tan innegociable como hermoso.
Porque tristemente y a la postres demasiadas jóvenes no se ven reflejadas en sus realidades de víctimas. . .cuando se empeñan en disculpar, comprender, acoger al maltratador que les hará la vida imposible.
Torre del Mar 6 – diciembre – 2.013