En cualquier caso los países más ricos del mundo se van convirtiendo en auténticos “asilos”, y al contrario las zonas más subdesarrolladas, los país del tercer y cuarto mundo son prácticamente unas “guarderías”.
Y entretanto, y por lo que se refiere a nuestro país, se puede constatar que miles y miles de nuestros jóvenes deben hacer las maletas y ¿escapar, emigrar, huir. . .?, e intentar buscarse la vida y el futuro fuera de su país, fuera y lejos de sus propósitos y sueños, como nunca imaginaron, con el olvido y desamparo de sus gobernantes nacionales, sabiendo que . . .después de todo, también sabrán adelante aunque sea . . . fuera de su país.
Y por otra parte, en una mezcla repugnante de miedo y odio y por la realidad crítica económica, en España, en los últimos años se ha ido produciendo una escapada de miles y miles de emigrantes, jóvenes, dispuestos a dejarse su juventud en nuestro país , labrándose su futuro, . . . desgraciadamente en medio del recelo y la sospecha culpabilizadota. . .contra quienes vinieron, también a buscarse la vida, cuidando a nuestros mayores, limpiando nuestra mierda, ocupando los trabajos más duros, sufriendo los trabajos más humildes, en negro, de sobaquillo, entre la burla y el desprecio, hacia quienes vinieron a buscarse un futuro mejor, mientras también rejuvenecían nuestra población.
Cuando hoy, en día, todavía lo están intentando, desde África, mientras nuestro país, al frente nuestros dirigentes políticos, solo ha sabido poner cuchillas en las vallas que nos aíslan, tan viejos, tan ensimismados en nuestros miedos, en nuestros odios. . . contra la vida que empuja, joven, imparable, renovada, vital. . .
Y nuestros viejos, y nosotros mismos, viejos ya, responsables de nuestros jóvenes, de una población abandona a su suerte, en mala hora, con sus magras pensiones puestas a disposición de los suyos, porque lo necesitan, porque la situación es de emergencia, porque el futuro es negro y las expectativas escasas y ramplonas, mientras la pirámide poblacional ha dado tanto la vuelta que apenas se sostiene sobre su equilibrio inestable, frágil.
Y ya somos un país de viejos, de los más viejos del mundo y no hay ninguna razón que nos invite a la esperanza que remonte ese lastre, con nuestros hijos, nuestros jóvenes. . . demasiado desesperados, demasiado lejos de nosotros.
Torre del Mar noviembre – 2.014