La Araña en Harvard

La autovía que se construyó entre 1983 y 1987 divide la barriada de La Araña. Sin embargo, tiene unidos a todos los vecinos de la zona que consideran que la carretera destrozó la playa y perjudicó al barrio. Por lo menos echó a perder parte de su encanto. Hoy, mal que bien, la playa sufre un descuido evidente por la intervención del hombre. Los accesos a la misma necesitan una rehabilitación, las gomas negras de las duchas están visibles por encima de la arena, las palmeras necesitan una poda, y no hay ni una papelera, en contraste a la pequeña plaza en la que hay tres aparatos de ejercicios, cuatro bancos de madera y cuatro papeleras prácticamente juntas. «La autovía se cargó el campo de eucaliptos, la vegetación, las playas, todo», dice un vecino jubilado que lleva toda la vida en el lugar y que prefiere el anonimato. Y, en cambio, la playa de La Araña es una playa tranquila, familiar, salvaje (está catalogada como playa natural y no urbana) que se disputan los socorristas porque es un lugar sosegado, donde nunca hay problemas, y además el agua siempre está limpia.Lo MásVistoComentadoCompartido1 Médicos le dedican una reverencia a un niño muerto de cáncer que donó sus órganos para regalar vida2 Las compañeras de Beatriz Montañez en Hable con ellas no la soportaban3 Ocho detenidos, entre ellos un policía local, en un nuevo golpe al tráfico de drogas en la Costa del Sol4 Las bromas del malagueño Andros revolucionan Internet5 Amenaza a sus vecinos con cuchillos, catanas y gasolina y se atrinchera después en casa6 Ocho personas resultan heridas tras colisionar dos vehículos en Málaga capital7 Las fotos más sexys de las vacaciones de Sara Carbonero8 Rescatan a 20 kilómetros de la costa a dos hombres que habían salido a recuperar un hidropedal9 Hallan el cadáver de una joven de 24 años apuñalada en el portal de su casa en Ciudad Jardín10 Un inspector de Urbanismo y un policía local alertaron al principal sospechoso sobre la investigación de la Guardia Civillo más 50 El ámbito de La Araña es un sitio muy singular por la presencia de la fábrica de cemento, pero también (y esto se conoce menos), porque es una ventana abierta al pasado por su riqueza arqueológica. «El mayor archivo no está en ningún edificio, está aquí, en los Yacimientos de La Araña, que es uno de los más ricos de Europa», cuenta Julián Ramos Fernández, que es investigador de estos yacimientos desde 1978. Tiene su centro de interpretación frente al mar, junto a una de las torres vigías que mandó construir Felipe II en 1744 y que se rehabilitó en 2008. Emilio, camarero del Restaurante Antonio Moreno, que también está frente al mar, dice que «esto ha cambiado poco». No hay hostales, ni pensiones, ni tiendas. apenas un quiosco. «Por eso el turismo no viene a esta zona. Aquí viene la gente de Málaga que nos conoce», aclara Emilio. En ello coincide Francisco Javier Jaime Cuenca, que comanda el Restaurante El Mijeño que inauguró su padre en el verano de 1971. A su padre lo obligó el hambre a salir de Mijas y terminó recalando aquí. Él lleva 43 años quitando y poniendo el chiringuito. «Es una subsistencia molesta, pero ahí vamos, aguantando». Llegó con un año y todavía hay clientes que se acuerdan de él cuando tenía 4 o 5 años y se bañaba en la playa. «En los setenta y ochenta el chiringuito sí daba para aguantar el invierno, ahora no, ahora en invierno tengo otro trabajo en los montes de Málaga», confiesa. El Mijeño es un lugar cálido, a pie de playa, de trato personal, con hamacas enfrente, hamacas que en la década de los setenta se alquilaban a 25 pesetas y hoy a 4 euros. «Pero los precios se han estancado desde la entrada del euro y los costes e impuestos no hacen más que subir», informa.Julián Ramos investiga los yacimientos desde 1978 y tiene su centro de interpretación frente al mar La barriada siempre ha estado ligada a la fábrica de cemento que se construyó hace 115 años. De hecho, la mayor parte de las casas pertenecen a los trabajadores de la fábrica. Hoy la mayoría están jubilados. Y pese a que el impacto de la fábrica sobre la zona parece evidente nadie habla mal de esa construcción que domina el paisaje. Julián Ramos Fernández explica que la fábrica ha condicionado todo el territorio negativa y positivamente: «Tiene sus luces y sus sombras. Por un lado ha destruido patrimonio, sí; pero al mismo tiempo ha evitado que en la época del boom inmobiliario entraran los constructores como elefante en cacharrería». Un vecino dice con sorna: «En los últimos años lo único que han reformado ha sido la fábrica». Francisco Javier, de El Mijeño, dice indiferente, mientras asa tres espetos de sardinas, que a él la fábrica «ni fu ni fa»; a este currante le preocupa que la playa no tenga acceso para discapacitados, ni que haya aparcamientos, ni papeleras, que es lo que más reivindican, igual que otros critican la dejadez de los políticos. Sin embargo, ni en eso los vecinos con los que me encuentro están de acuerdo, porque hay quien se preocupa de que se metan a construir o arreglar algo, «porque cada vez que lo hacen empeoran las cosas», advierte un vecino. En el extremo oeste de la barriada está el Merendero Paula, regentado desde marzo por una catalana, Alexandra Flores, que da una visión totalmente distinta. «Me he venido a vivir bien». El merendero tiene una idea más ibicenca, menos andaluza, en el que predomina el blanco y el azul. Alexandra afirma que estar en La Araña, »protegida» por la fábrica, es una «cosa buena al ser un sitio muy reconocible, un punto de referencia». Antes las playas se extendían a «145 metros de altura», afirma el investigador Ramos Fernández que continúa: «Más que una zona arqueológica es un gran laboratorio del pasado. En la medida que descubrimos qué sucedió en el pasado podemos conocer qué ocurrirá en el futuro».Hasta la Universidad de Harvard se ha interesado por estos estudios arqueológicos en La Araña, el último barrio de Málaga en la costa este. Un barrio que parece caminar ajeno a todo, con un marcado carácter; quizá, porque estar entre el mar y una cementera impregna ese carácter de aislamiento; quizá, porque como escribe José Antonio Garriga Vela en su novela »El cuarto de las estrellas» que transcurre en este lugar: «La vida se detiene en La Araña».