La llamaban Málaga cantaora

La temporada veraniega del flamenco arrancó ayer de manera oficial en la provincia de Málaga con la nueva edición de la Torre del Cante de Alhaurín, en la que actuaron, entre otros, Pansequito, Marina Heredia, Capullo de Jerez y Miguel de Tena, entre otros. A pesar de las dificultades económicas, los festivales más señeros como los de Casabermeja, Ojén, Guaro San Pedro, Coín y Cartaojal han anunciado ya sus carteles y siguen apostando por el futuro. Pero que el flamenco regrese como suele, por estas fechas, no brinda suficiente color para pintar un paisaje optimista. Después de que la Bienal de la Diputación se fuera al traste, y con la ausencia contrastada de circuitos estables, el flamenco corre el serio peligro de pasar a mejor vida, sencillamente porque quienes lo practican no cuentan ya con oportunidades. Artistas que fueron habituales e imprescindibles, reconocidos y promocionados a mansalva, acumulan ya dos años sin apenas galas. Esta situación se da mientras los festivales presentan propuestas cada vez más parecidas entre sí y repetidas desde años anteriores, lo que habla de privilegios y, lo que es peor, del escaso interés por crear una nueva afición (la misma que nunca llega y que constituye el verdadero mal del flamenco en Málaga) capaz de traducirse en oportunidades para los creadores.

En este sentido se expresa Francis Bonela, cantaor galardonado con premios nacionales en Córdoba y La Unión entre otros certámenes de primera línea y en su tiempo imprescindible de los festivales malagueños. Bonela define la situación como "caótica": "En estos últimos años lo normal ha sido actuar poco o no hacerlo, y que te paguen muy mal. Prácticamente sólo llaman para homenajes y recitales benéficos". Ni el Aula Municipal de Flamenco, ni actuaciones recientes y esporádicas como la del Museo Carmen Thyssen permiten salir adelante a un profesional como él: "Yo llevo 30 años en esto y en mi casa se come del cante. Pero es casi más fácil encontrar trabajo fuera. En Málaga nunca se cuenta con la gente de aquí". La Bienal Málaga en Flamenco, puesta en marcha por la Diputación, planteó algunas soluciones, pero su fin ha conducido a un páramo aún más seco de lo que acostumbraba a ser anteriormente. Pocas semanas después de su llegada a la presidencia de la Diputación, Elías Bendodo convocó a los flamencos malagueños a una reunión en la que habló de la posible recuperación de la Bienal o al menos de sus actividades para la conformación de un circuito estable de actuaciones. Bonela afirma al respecto: "Bendodo fue muy optimista, nos dijo que la situación era buena, pero de aquello hace ya un año y desde entonces, nada".

En una situación similar se encuentra la bailaora Gema Garcés, otra artista cuya comparecencia fue casi obligada en los festivales de la provincia en no pocas temporadas y que ahora afirma con rotundidad: "Desde hace dos años, el número de galas contratadas asciende a cero. Salgo adelante gracias a mi academia". Y, de manera no menos directa, emite un diagnóstico: "Siempre nos dicen que no hay dinero. Pero las peñas y los ayuntamientos contratan siempre a los mismos. Sé que si asistiera con más frecuencia a sus almuerzos y los rondara más tendría más posibilidades, pero ¿es que el trabajo de un artista tiene que depender de eso?" Garcés critica también a los festivales por dar más oportunidades a cantaores de fuera de Málaga, y afirma que la única opción posible para quien desee desarrollar una carrera artística es la misma que ya están tomando muchos cantaores y bailaores: marchar al extranjero. "No creas que no me lo he planteado, pero con mis hijos, ¿dónde puedo ir?", concluye.

Más allá de los criterios territoriales, lo que sí es cierto es que la participación de grandes estrellas del flamenco en festivales provinciales debería redundar, especialmente, y de nuevo, en la creación y consolidación de una afición estable que garantizaría un calendario de actuaciones a los artistas locales durante todo el año, o al menos, también durante el verano. Pero ése no parece ser el objetivo. Nadie puede negar hoy a Miguel Poveda su condición, más que merecida, de número 1 en el género; pero el cantaor presentó su último disco, ArteSano, en el Auditorio Municipal de Málaga, el pasado mes de marzo, y volverá a hacerlo el 2 de agosto en La Malagueta y dos días después en Ojén. Al mismo tiempo, artistas del calibre de Carmen Linares, Fernando Terremoto, Tomatito y Gerardo Núñez (que acaba de publicar nuevo disco), por citar algunos ejemplos de primera mano, no incluyen por ahora a la provincia de Málaga en sus agendas. Un abanico más abierto, que toque todos los palos (clama al cielo que Los Evangelistas, el grupo tributo a Enrique Morente, no haya actuado aún en Málaga) y vaya dando más oportunidades a la creación local, contribuiría a generar un público que, progresivamente, iría frecuentando los aforos reducidos con una programación semanal (éstos tampoco existen: habría que inventarlos, más allá de las peñas) para disfrutar de los artistas malagueños. Quizá un modelo a seguir lo constituya la Noche Blanca del Flamenco de Córdoba, que por cierto también se celebró ayer. Hace falta más brío y más imaginación si realmente se quiere que esto del flamenco llegue a alguna parte.