Inmaculada de la Torre, la presidenta de la asociación de vecinos de La Pelusa, recuerda las dos mociones municipales de 2009 para hacer en este rincón del Palo mejoras de accesibilidad y sobre todo, «un plan integral de mejora». «De 2009 hasta ahora ha habido mejoras, con las concejalas Teresa López y ahora Carmen Casero, que trabaja, pero no las que tenía que haber habido», resume.
A la vista de la situación del barrio, la presidenta vecinal concluye que «lo que han hecho en La Pelusa es una operación a corazón abierto con tiritas», mientras señala unos rebajes de acera junto al colegio Gutiérrez Mata que no han logrado rebajar la acera del todo.
Pero si algo se ha propuesto como meta es hacer realidad la petición más importante del barrio: cubrir unos 70o metros del arroyo Wittemberg, que divide en dos la calle Algarrobo, la principal de La Pelusa. El cauce cuenta con una planchas de hormigón, «el arroyo está semisoterrado, pero hay un veta natural lo mismo en invierno que en verano, así que siempre tiene agua, aunque sea un chorrito en el centro y el olorcito que desprende no es muy agradable», explica.
El Ayuntamiento limpió el cauce, retirando matojos y basura porque, por desgracia, se utiliza de vertedero. De hecho, en el momento del reportaje hay una bolsa de basura en el centro del cauce. «Lo más seguro es que la hayan tirado desde una moto o un coche», lamenta la presidenta.
A los malos olores hay que sumar el ruido de las ranas en verano y sobre todo, los mosquitos. «Son muy grandes y hay que estar apartándolos de la cara», se queja Victoria Toro, una vecina.
La asociación de vecinos reclama que el arroyo se cubra, igual que está cubierto en su último tramo, al pasar bajo el colegio Gutiérrez Mata. «Queremos que se haga un bulevar», explica. Este paseo peatonal acabaría con el agobio actual de los vecinos, con las aceras por ambos lados interrumpidas por postes, señales y en muchos casos, que se van estrechando, sobre todo las que transcurren pegadas al arroyo.
La asociación de vecinos también reclama que la calle Algarrobo forme un circuito de tráfico conectándola con un tramo de la calle Bailaora Carmen Amaya, junto a los bloques de la cooperativa, que hoy es un camino de tierra junto a un cerro, muy cerca del Mercadona. Los coches que bajan a la altura del supermercado no pueden continuar hacia abajo sino que deben dar la vuelta por el Mercadona y desviarse hasta la calle Alcaucín. «Con esta conexión no había que hacer ninguna rotonda y se creaba un circuito», recalca Inmaculada de la Torre, que señala que así se podría subir y bajar la calle Algarrobo sin la obligación de dar rodeos.
Otra de las muchas cuestiones pendientes es acabar las obras de mejora de la accesibilidad en tres calles del barrio con empinadas escaleras. El Ayuntamiento sólo ha terminado las de la calle Inés Suárez, «pero quedan las papeleras». En concreto, faltan las calles Ciudad Real y Sayalonga, esta última con escaleras muy empinadas. Hace más de un año, los vecinos pidieron que se paralizaran las obras al ver que no iban a completarse.
La concejala Carmen Casero declaró con respecto a la calle Sayalonga que «hay que licitar un proyecto nuevo cuando haya disponibilidad presupuestaria». Con respecto a la propuesta de tráfico, dijo que «si técnicamente es posible, que no lo sé, solo hay que esperar a poder hacerlo». El cauce del Wittemberg, señaló, es competencia de la Junta