La pobreza

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Prácticamente uno de cada cuatro de nuestros compatriotas es pobre, sufre para llegar a final de mes con sus necesidades básicas cubiertas, ha de hacer cola ante los comedores benéficos, ha de recurrir a la ayuda de vecinos, famikliares … o sencillamente ha de ir languideciendo la invisibilidad, en medio de la precariedad y suma necesidad que ningún responsable político querrá asumir como falla imperdonable en su gestión pública.

«Tras Chipre y Grecia, España es el país europeo en el que más creció el riesgo de pobreza durante la crisis». Cuando ronda el 24% de nuestros compatriotas que «no pueden pagar el alquiler, la hipoteca, las facturas, la calefacción, los imprevistos, carne o pescado, no tienen coche, lavadora, teléfono, no pueden irse de vacaciones ni una semana al año, …

«Pereira cobra una pensión de 300 euros y sonríe porque se han salvado su esposa y su casa: la humilde construcción aún sin rematar que lograron levantar con ayuda de muchos vecinos de Camos después de que, hace siete años, ardiese la otra prefabricada en que vivía. «Nosotros no tenemos nada, pero es todo lo que tenemos».

Dice Pereiro mientras hace recuento de las palomas que se le murieron asfixiadas.

«Son unas setenta. Yo no las criaba para vender ni comer ni nada. Las tenía porque me gustaban».

Al matrimonio le habían regalado leña para este invierno y también la perdieron, lo mismo que la diminuta huerta que cultivaban en el mínimo perímetro de su parcela cercada por bosques de inmensos eucaliptus …».

Y cuando la impotencia y la rabia nos embargue, muchos acudiremos o no al consuelo de que «siempre ha habido ricos y pobres y eso es lo que hay».

Y seguiremos a nuestro aire como si después de todo no fuera con nosotros el destino y la fatalidad de miles, de millones de compatriotas … pobres.

Como si fuera una realidad, como si después de todo fuéramos a tener razón, tal vez porque en nuestro fuero interno hayamos llegado a sospechar que nuestra solvencia económica flota y navega sobre la pobreza intolerable de los pobres …

Aunque siempre quedará el consuelo de una caridad anestesiante, a medida, sin exagerar, que nos permita dormir como si tampoco nosotros, en ese caso, tuviéramos culpa de nada.

Y si insistimos en la denuncia nos tildarán de que «politizamos» el asunto de la pobreza, principalmente porque «nosotros no tenemos de qué quejarnos», los pobres siempre son «los otros». Autor: ANTONIO GARCÍA GÓMEZ