Tres años invictos llevaban los húngaros, una vida los ingleses en Wembley, pero la selección inglesa mostró todos los signos de claustrofobia y anquilosamiento en el juego. Los ingleses se habían engañado a ellos mismos: el fútbol ya no les pertenecía solo a ellos, el fútbol era de todos y se había convertido en un fenómeno de masas.
La rigidez de la formación W-M ideada por Herbert Chapman en los años veinte quedó en evidencia ante la potente Hungría dirigida por Gusztav Sebes. El ariete Hidegkuti actúo como falso delantero y volvió loca a la defensa inglesa. El futbolista húngaro no se ubicaba en el área, simplemente aparecía por sorpresa gracias a las asociaciones con sus compañeros en el centro del campo. Hungría tenía superioridad posicional y además numérica para la finalización porque acababa llegando con más atacantes por la gran ocupación de espacios y zonas.
József Bozsik dio una exhibición con su sentido de la orientación en el terreno de juego. Es uno de los jugadores peor tratados por la historia del fútbol, cuesta caro ser fiel solo a un equipo si luego pierde supremacía como el Honvéd. Bozsik da nombre al estadio del mítico equipo húngaro, pero es un desconocido para los más jóvenes que se saben todos los nombres habidos y por haber de la actualidad aunque no los hayan visto jugar un partido por los videojuegos. ‘Cucu’ como era llamado cariñosamente, igual que ahora llamamos ‘Busi’ a Busquets, hacía jugar a los Puskas, Kocsis, Czibor al son del fútbol total, como Busquets a Iniesta, Xavi, Messi, Cesc.
Rafael Alberti, admirador del meta húngaro Platko (por esas fechas entrenaba a Boca Juniors y un año más tarde dirigió al Barça), escribió un poema profético sobre las Torres Gemelas antes del atentado del 11-S. Sus versos sirven también para explicar la primera derrota de Inglaterra en Wembley.
Aquí no baja el viento,
se queda aquí en las torres,
en las largas alturas,
que un día caerán,
batidas, arrasadas por su propia ufanía.
Inglaterra fue arrasada por su arrogancia. Quedó demostrado que había más fútbol que el inglés y para avanzar con paso firme necesitaban revisar otras culturas para perfeccionar la propia. Como explica Jorge Valdano: “el fútbol es anterior a sí mismo”. Antes de que unos ingleses le dieran nombre y reglas al deporte ya había húngaros e ingleses que lo practicaban sin saber que era un deporte. Lo hacían por placer, como un juego, como pájaros que cantan sin saber que cantan. Hungría vino a recordar a los ingleses que para saber adónde vas hace falta saber de dónde vienes, del ‘Football Association’ como aquel Blackburn Olympic de 1883 que cambió la FA Cup con jugadores asalariados, no formados en colegios caros, que practicaban un juego parecido al passing-game y ganaron a la élite social del Old Etonians.
En contraposición a la soberbia de Inglaterra, Hungría había organizado un fútbol soberbio repleto de enamorados del juego. El seleccionador de Hungría lo reducía al ‘fútbol socialista’: todos atacan, todos defienden. Mucho más tarde Pep Guardiola también diría que su idea de fútbol es “hacer un juego de izquierdas. Todos hacemos de todo.” Recordar a esta Hungría es ver en blanco y negro al Barcelona de Guardiola y a la España de Luis Aragonés y Del Bosque. Venimos de ese fútbol total porque nuestros maestros bebieron del manantial de Hungría, que demostró lo que luego el entrenador del Ajax Stefan Kovacs escribiría en el libro ‘Fútbol total’: “el ABC del fútbol es el pase y el apoyo” y Menotti en el suyo ‘Fútbol sin trampa’: “El futuro del fútbol es su pasado: la técnica, el dominio del balón, el toque, los movimientos colectivos y la solidaridad”. El Partido del Siglo de 1953 fue un varapalo para Inglaterra y sirvió de impulso para su triunfo en el Mundial de 1966, pero sobre todo El Partido del Siglo abría las puertas a un nuevo y antiguo fútbol
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