La salud empieza por los pies

Es directamente proporcional: suben las temperaturas y aumenta la preocupación por los michelines. Toca enseñar cacha y no todo el mundo está orgulloso del cuerpo que le ha dejado el invierno, esculpido a golpe de solomillos y potajes. Aunque hay otra zona que también se desnuda estos días y a la que no se le presta tanta atención. Cuando en realidad los pies dicen mucho de una persona. Especialmente estos días, en los que las chanclas y las sandalias los dejan al descubierto. Aunque ojo, eso también tiene sus riesgos. Las altas temperaturas y la desprotección obligan a extremar las precauciones. Nada del otro mundo: solo hay que echar mano de la crema hidratante, protegerse del sol y de las infecciones y hacer especial hincapié en la higiene. Sin olvidar el tipo de calzado, que puede ser caldo de cultivo de rozaduras, ampollas o durezas.
Cualquier época puede ser problemática, pero al desnudarse el pie y tener mayor movilidad puede causar patologías, sobre todo fúngicas y víricas, como es el caso de las micosis (pie de atleta) y de las verrugas. Y, aunque no lo parezca, también las rozaduras pueden derivar en infecciones. Como advierte la podóloga y secretaria del Colegio Profesional de Podólogos de Andalucía, Elvira Bonilla, a pesar de que los problemas de los pies son continuos todo el año, el hecho de cambiar los hábitos y el tipo de zapato puede provocar dolencias características de estos meses.
Nunca vienen mal los consejos. Sobre todo teniendo en cuenta que tres de cada diez españoles no se lava correctamente los pies y uno de cada cuatro reconoce que tiene o ha tenido hongos en alguna ocasión, según el primer estudio nacional sobre hábitos de higiene y cuidado podal.
Ante todo, hay que tener en cuenta que el calzado descubierto y sin calcetines «ayuda a la normalización de la sudoración y a que la presencia de durezas disminuya por la liberación del pie». Aquí, resulta imprescindible seguir unos hábitos higiénicos adecuados y aplicar productos antitranspirantes específicos o refrescantes. En caso de llevar calcetines, se recomiendan los de hilo o algodón para facilitar la transpiración.
Eso sí, es imprescindible una buena hidratación para que la aparición de ampollas, por ejemplo a la hora de estrenar calzado, «no sea tan evidente y molesta». Atención también en la playa. «Si bien el hecho de andar por la arena húmeda es bueno para fortalecer la musculatura de los pies, favorecer la circulación y eliminar ligeramente las durezas, por algunas zonas sería conveniente caminar con un calzado de protección para evitar heridas (roces con las rocas o pinchazos con las púas de erizo)», puntualiza Elvira Bonilla.
Ojo con la humedad
En la piscinas y los centros de ocio acuático, al ser lugares donde la humedad se acumula en baldosas y zonas antideslizantes, la podóloga recomienda el uso de zapatillas o chanclas para evitar la aparición de hongos y verrugas plantares. Y algo que suele pasarse por alto tanto en la playa como en la piscina, aplicar también en los pies el protector solar.
Si se trata de dar un paseo, lo aconsejable es optar por un calzado cerrado en la parte de atrás, aunque pueda ser abierto por los lados y la zona anterior. El zueco y la chancla mejor olvidarlos si queremos evitar grietas y durezas. Además, un zapato que no sujete bien el pie favorece la tendinitis en el dedo gordo.
Y algo que puede parecer nimio, la forma de las uñas, también puede ayudar a prevenir complicaciones. Según Elvira Bonilla, deben cortarse rectas, «para evitar que se incrusten en los laterales y provoquen infecciones».