La vida que sigue … igual

Cuando ayer, en Barcelona, se decidió supender el partido de liga oficial, entre el equipo local y el visitante, los periodistas deportivos catalanes, sin excepción, creyeron que debió haberse suspendido. Al contrario los mismos colegas, en Madrid, pensaron y expresaron que ni siquiera se debería haber contemplada otra posibilidad distinta a la de no celebrar el encuentro. Variedad contrapuesta de opiniones y puntos de vista.

Simultáneamente el otoño trata de asentarse, seco, implacable, recortando las horas de luz, los minutos, los segundos, amainando la vida, sobre el callejerpo urbano, sobre la floresta aquietada, sobre la vida sosegada, sin que los poetas acaben por detenerse en su contemplación como el nuevo y repetido milagro natural de estas fechas, año tras año, estación tras estación …

El otro día, paseando por Málaga, a media tarde, un castañero, regente de su mínimo tabuco, asaba sus castañas, bajo el sol que calentaba a las siete de la tarde, mientras sudaba y suspiraba mientras se afanaba por algún cliente que se acercara, a euro la decena, el hombre por ganarse la vida, malamente, por sacarse unos dinerillos, para seguir siendo un pobre castañero … a expensas de la desventura por desvelarse … venturosa.

Ese mismo día, haciendo cola en la farmacia dos ancianos coincidían en que "la cosa andaba jodidilla". El uno había trabajado 42 años, el otro 48. el primero cobraba 463 euros de pensión, el segundo 603 euros.Ambos coincidieron en que "eso era lo que había".

Y la vida sigue apelmazada, con tantos Sísifos afanándose por adornr su esfuerzo de épica trotona por llegar al día siguiente sin el desánimo encima …

Y va uno y recuerda el "canto del cantor", del juglar, cabrero y bendito mártir, Miguel Hernández que hablaba de los "Vientos del pueblo", aquellos vientos que echamos en falta frente a tanta atonía moral, en la tiera de mis paisanos, de aquellos que cantó y nombró Miguel Hernández en 1.937:

"Vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran, me esparcen el corazón y me aventan la garganta…

Los bueyes doblan la frente, impotentemente mansa, delante de los castigos …

Nunca medraron los bueyes en los páramos de España…

Asturianos de braveza, vascos de piedra blindada, valencianos de alegría y castellanos de alma, labrados como la tierra y airosos como las alas; andaluces de relámpago, nacidos entre guitarras y forjados en los yunques torrenciales de las lágrimas; extremeños de centeno, gallegos de lluvia y calma, catalanes de firmeza, aragoneses de casta, murcianos de dinamita frutalmente propagada, leoneses, navarros, dueños del hambre, el sudor y el hacha, reyes de la minería, señores de la labranza, hombre que entre las raíces, como raíces gallardas, vais de la vida a la muerte, vais de la nada a la nada: yugos os quieren poner gentes de la hierba mala, yugos que habéis de dejar rotos sobre sus espaldas …"

Con tantas derrotas acumuladas, día a día, hermanos contra hermanos, siervos contra siervos, "dos veces os la jugasteis y las dos veces la perdisteis", en el día a día de la resistencia de la sociedad civil, abrumada de cruces, penitencias, y renuncios, folklore y rictus amargos … por jugarse la dignidad de sentirse libres.

" Los bueyes mueren vestidos de humildad y olor de cuadra …

Si me muero, que me muera con la cabeza muy alta. Muerto y veinte veces muerto, la boca contra la grama, tendré apretados los dientes y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte, que hay ruiseñores que cantan encima de los fusiles y en medio de las batallas".

 

 

  Torre del Mar 2 de octubre de 2.017