Y se asienta y afianza el discurso de la exclusividad y la marginación, de los ricos contra los pobres, como si el mundo estuviera formado por compartimentos estancos, llamados países, territorios nacionales, separados unos de otros, de tan cerca, de tan lejos, por fronteras erizadas de miedo y odio, por las concertinas que arañen, mutilen . . . a los invasores, parias de la tierra, refugiados, huyendo de la guerra, del hambre, sin un ápice de consideración humana, ahítos de miedo por conservar lo que empequeñece y nos hace más pobres cada día, con el odio de quienes nos negamos a compartir . . .¿nuestra propia miseria?. Sin duda. Para saludarnos de orilla a orilla.
Ahora que el mundo está salpicado de mundos distintos, de países independientes, insolidarios, enemigos, poderosos los menos, infradesarrollados los más. En aras del mensaje asumido de que nuestra pobreza ha de ser defendida contra todo invasor.
Mientras los refugiados son “televisados mientras mueren ahogados, tiritan de frío, sobreviven en condiciones infrahumanas, mientras defendemos a nuestros gobernantes mientras discursean sobre el miedo y el odio, atentos al futuro que nos pintan, una pizca mejor, añorando la desmesura, entre conservantes y aditivos que nos van envenenando mientras nos vamos creyendo que son nuestras comunidades “castillos inatacables” . . . con nosotros dentro, prisioneros de nuestra miseria moral.
Y de paso y como si se nos fuera a olvidar instantáneamente . . . miles de niños lloran a diario, bajo el pavor insuperable de su osadía inocente, víctima de la desigualdad que ningún gobierno acaba de poner entre sus prioridades de gobierno.
En tanto los niños son las víctimas intolerables de la indiferencia inhumana, en una falta absoluta de fraternidad . . . hasta lograr que se desvanezcan, junto a sus mayores, sujetos emocionantes de documentales y poco más, mientras los gobiernos culpables siguen desarrollando sus prácticas culpables, criminales . . . porque ellos saben de qué va el horror, junto a millones de cobardes que, en nombre de su ciudadanía manchada y dolosa, callan y jalean el odio elevado a la categoría de “asunto de Estado”.
Y entretanto los niños siguen llorando, muriendo, ahogándose, tiritando de frío, de hambre, de desolación, en nombre de “nuestros criminales estadistas” por mucho que se vayan a ir de rositas, en nombre de “sus razones de gobierno”.
Mientras las lágrimas y los mocos de los niños que mueren a diario apenas desvanecen las imágenes clarividentes de los documentales que ya “ni nos avergüenzan”, ¿o no?. Torre del Mar marzo – 2.016