Érase una vez un pastorcillo que cuidaba su rebaño de ovejas y corderos en los prados cercanos a su pueblo.
Pero el pastorcillo se aburría de tanto vigilar al rebaño, desde la mañana hasta la noche, muy solito el pastorcillo al frente de sus ovejas.
Entonces se le ocurrió una idea sin pensar mucho si iba a ser buena o mala idea.
Así pues, una mañana, el pastorcillo se puso a gritar con todas sus fuerzas: "¡Que llega el lobo, que viene el lobo, que va a atacarnos sin remedio! ¡Socorro, socorro!.
Los habitantes del pueblo, al oir los gritos del pastor, acudieron corriendo, armados de palos, dispuestos a socorrer al pastorcillo y sus ovejas ante el ataque del lobo.
El pastor se reía sin parar, muy feliz de haberles gastado una broma tan pesada, tras haber mentido a sus vecinos, a los que, por cierto, no les hizo ninguna gracia. De checho se enfadaron mucho regresando a sus trabajos.
Varios días siguientes el pastorcillo volvió a repetir la broma avisando a gristos de ¡que venía el lobo!
Cuando todo era una broma pesada, una mentira que no gustaba nada a sus vecinos.
Un día más adelante el pastorcillo comprobó que su rebaño era atacado por un lobo muy feroz. Y esta vez era verdad. Y entonces el pastorcillo corrió muy asustado a avisar de la amenaza del lobo que estaba atacando a sus ovejas y corderos.
Y gritaba: "¡Socorro, socorro, que ha venido el lobo, que está atacando a mi rebaño!".
Pero, entonces, los vecinos del pastorcillo se echaron a reir. No se creían que esta vez era verdad, y que el lobo se estaba devorando a muchas de las ovejas del rebaño.
Nadie le hacía mucho caso, y todo resultó un fracaso, el pastorcillo comprobó que nadie creía que el pastorcillo estaba diciendo la verdad. Todos estaban convencidos que el pastorcillo era un mentiroso.
Y colorín colorado este cuento nos ha dejado mal sabor de boca.