La noche arrancó por alegrías. Sobre el escenario, a las palmas y los coros: Curro Conde -hijo mayor de Estrella y Javier-, y los hermanos Soleá y Enrique Morente junior. «Me gusta mucho que la gente joven de la familia se involucre en estas causas», dijo la cantaora. Ella, impecable. Juega con la voz a su antojo, lo mismo suena cristalina que se rasga y se rompe, como hizo en 'En lo alto del cerro de Palomares'.
Los jóvenes de la casa tuvieron su momento. Enrique Morente junior y el joven guitarrista Juan Habichuela demostraron con garra y sentimiento que ambas sagas tienen herederos. Oles y aplausos para ellos. Después vendrían los veteranos, como el guitarrista Miguel Ángel Cortez, que acompañó a Estrella en una seguiriya que emocionó a la audiencia.
Para el final, la mayor de los Morente reservó el plato fuerte. Espectacular el dúo de ella y Manuel Lombo poniendo voz a un poema de San Juan de la Cruz. Ya no bastaba con piropos y oles: el público se puso en pie. Después le llegaría el turno a otro grande, Arcángel, que se arrancó por soleá. Los tres bailarían y cantarían en un gran fin de fiestas al que se sumó -por petición del público y de la cantaora- Javier Conde, esa persona que le «descubrió el Mediterráneo y Málaga». El diestro regaló pases toreros bajo la atenta mirada de sus hijos y de su mujer, que le cantaba unas bulerías compuestas para él. Todos lo disfrutaron. «Esto me hace vivir», se despidió emocionada Estrella