Y así, sin quererlo se consagra la desigualdad, de tal manera que, ¡oh casualidad!, salga siempre triunfante y muy desahogado el asunto en cuanto se refiera al machismo.
Y como botón de muestra algunas significativas “normas”, admitidas como muy “aceptables, muy convenientes y correctas”.
Y entonces se dan por buenas actitudes y conductas que siendo profundamente injustas permanecen como “inofensivas”, “como naturales”.
Se admite pues que el hombre tenga sus gustos, sus desahogos, sus actividades, sus inconstantes dedicaciones a la convivencia, sujeta siempre y en primer lugar, al propio interés del macho.
Y así el hombre, en una relación de pareja encontrará ocasión y comprensión de practicar sus aficiones, sus intereses, sin mayores problemas y sin ningún ¿coste? en la relación.
Y así el hombre podrá acudir a hacer deporte, a reunirse con los amigos, a hacer deporte, a irse de fiesta, de cuchipanda, a beber . . . y a terminar la farra en un puticlub, para terminar en la calle, borrachos perdidos, sin prisa o preocupación de volver a casa en condiciones . . . “lamentables”.
Entendiendo que “la mujer también puede hacer lo mismo que el hombre”, aunque no veo que se admitiese “con normalidad” el regreso de la pareja femenina, borracha perdida, porque “es muy feo” ver a una ¿mujer borracha?
Y entonces la falta de igualdad asoma, una y otra vez, en la “normalidad socialmente aceptada”, cuando resulta que esa igualdad es inexistente y que lo que se admite para el hombre no se admite para la mujer.
¿Llegaríamos a imaginarnos, a verlo con normalidad? . . .que, por ejemplo, frente a cada puticlub para clientela masculina ¿se construyera otro para clientela femenina? . . .y se admitiera su existencia ¿de manera natural?. Pues por eso!.
Y todo porque y tal vez “la prueba del algodón” se culmine en “¿quién limpia la mierda en casa?”, pues por eso, ¡también!.
Torre del Mar febrero – 2.016