M A C H I S M O V

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Graciela grosera y malévola, machista y pueril, jaleada por una multitud entregada, de hombres y mujeres, a su líder que argumentaba un exabrupto, un regüeldo, una excrecencia machista para “batir” a su adversaria política, creyendo que hiriéndola en lo que él cree puede herir a una mujer merecería la pena utilizar tal “bocanada de aire tóxico”.

                                                           Con su mujer y su hija, beldades, efigies perfectamente ornamentadas para lucir, un paso atrás, junto al macho protector, junto al macho procreador, junto al macho ¿satisfecho?, en un pleno espectáculo de asqueroso y dañino machismo.

                                                           Mientras las gracietas al uso siguen haciendo su papel reduccionista para la mujer, hasta llevarla a su ¿condición? Ineludible de hembra bella, perfecta, abnegada y entregada, capaz de satisfacer al macho que, por cierto, la haya elegido.

                                                           Hasta la maldad popular de que “lo que no se hayan de comer los cristianos que se lo coman los gusanos”, o aquello “de que si no es para mí no serás para nadie”. Y todo vale una carcajada, una risotada de vómito machista, a expensas de que la mujer ceda y “comprenda” su sitio, su papel, su perfecta y sumisa dependencia respecto al macho, obligada a “satisfacerle”, cómo no, como si de una yegua se tratara, presta a la cría de potrillos y alazanes que hayan de parecerse, naturalmente, al macho dominante que la montó.

                                                           Y así lucen las buenas y bellas hembras su entrega solícita, sabiendo perder para “acompañar a su hombre, dedicarse a la casa, atender a los niños . . .permanecer impecable, trabajar si es preciso hasta dejarse el alma”, si es preciso y siempre un pasito atrás, con esa sonrisa que complazca a su hombre . . . y tranquilice al resto ¿de los hombres, al resto de las mujeres?.

                                                           Y sabe muy bien Donald Trump donde hurgar entre la porquería. Y sabe muy bien, el tipo, que esas chocarrerías también tienen su efecto de complicidad traducido en votos.

                                                           Y bien vale un insulto, un menosprecio, una broma estúpida y machista para dejar, al cabo, a la mujer, ¡en su sitio, qué carajo!.

 

                                                           Madrid    febrero – 2.016