M A C H I S M O V I I I

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Siempre asumieron ocupar el escalafón más bajo de las plantillas de los distintos complejos turísticos. En 2.008 su salario alcanzaba los 800 euros, e incluso se llegó a cobrar 1.000 euros, con regulación laboral, de temporada, entendiendo que, al cabo, su esfuerzo y su sueldo iría a completar los ingresos del “marido”.

                  A partir de 2.008 comenzaron a sobrevolar los nubarrones aciagos de la “crisis” y con ella eso de la “externalización”.

                  Nadie sospechó que todo fuera a ser tan tenebroso, tan miserable, tan injusto.

                  En nombre de la crisis se deshicieron las plantillas, enviando al paro a la mayoría de los y las trabajadoras. A continuación comenzó a aplicarse la “desconocida externalización”, por la que se echaría mano a trabajadores y trabajadoras, procedentes de empresas subrogadas, en un descenso a la precariedad y la temporalidad, bajando los jornales, desvaneciéndose las seguridades en sus derechos laborales, a expensas de las llamadas de los empresarios del turismo, de los hoteles, en “disposición libre y completa” de cuantos aspirasen a seguir ganándose la vida. Prestos en cualquier momento a acudir a trabajar, por unas horas, unos días, unas semanas . . . con contratos recortados y temporales, donde se cobraba lo que firmaba y lo que se trabajaba en negro costaba cobrarlo “sangre, sudor y lágrimas”.

                  Actualmente se está pagando del orden de 2,50 euros por habitación, e incluso en algunos lugares se ha sabido que “hacer la cama” a 20 céntimos la cama.

                  Y paralelamente, en muchos casos se han convertido los ingresos de las limpiadoras en los únicos porque la mayoría de los “maridos” han ido al paro.

                  Y paralelamente estas mujeres trabajadoras que ¿habrán de celebrar? el próximo ocho de marzo el día de la mujer trabajadora, escuchan un día sí y otro también que el boom del turismo es “histórico”.

                  Y para más “inri” y como colofón a la injusticia laboral institucionalizada, cuando estas mujeres regresan a sus hogares, agotadas, con sus magros ingresos, han de continuar “trabajando”, “atendiendo” a los suyos, en su casa, a los suyos, como madre, esposa y “mujer de su casa” . . . hasta terminar literalmente “reventada”, . . . acumulando artrosis degenerativas, hernias de disco, reumas insufribles . . . que, en ningún caso, tendrán “consideración de enfermedad laboral”.

                  Y, después de todo, “las kellys” seguirán siendo amables, serviciales, eficientes, competentes . . . y muy mal pagadas, y muy olvidadas a pesar de “la reforma laboral vigente”.

 

                  Torre del Mar    febrero – 2.016