El poeta joven, el poeta cabrero, el cabrero que fue poeta, el joven mirado como un forastero de pueblo, el poeta enamorado, herido de tres heridas: la de la vida, la del amor, la de la muerte. El poeta cabrero, el poeta niño yuntero, el poeta jornalero y aceitunero, el poeta tomando partido, el poeta vencido, el poeta condenado, el poeta muerto en una cárcel franquista, hoy hace 75 años, cuando había cumplido 32 años, el poeta abandonado, yaciendo a merced de la condena, a merced de la tuberculosis letal, a merced del olvido, . . . retratado sin embargo por su compañero de penal, el dramaturgo Antonio Buero Vallejo.
El poeta desbordado de pena por su amigo, "de un manotazo duro, un golpe helado", el poeta herido de amor, "menos tu vientre, todo es futuro fugaz, pasado vacío, turbio".
El poeta herido de muerte: "Si me muero, que me muera con la cabeza muy alta, muerto y veinte veces muerto, la boca contra la grama".
Y siempre herido de vida e ilusión e ingenuidad, en medio de lobos, en medio de la iniquidad y el odio, el poeta que deshojaba la nana de la cebolla, desde la cárcel: "En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba".
Miguel Hernández, el poeta abandonado a su suerte, casi desde su llegada a Madrid, porque solo era un joven cabrero con vocación de poeta.
Herido también de patriotismo encendido, clarividente y valiente: "Esta España que, nunca satisfecha de malograr la flor de la cizaña, de una cosecha pasa a otra cosecha, esta España", con pensamiento jornalero, el poeta cabrero: "Jornaleros que habréis cobrado en plomo, sufrimientos, trabajos y dineros, cuerpos de sometido y alto lomo, jornaleros".
En 1.972 Joan Manuel Serrat musicó al poeta Miguel Hernández en 1.972, aún vivo el dictador. Casi una anécdota que algunos gozamos desde el primer momento, emocionados, frente al retrato dibujado por Buero Vallejo.
Hace solo seis años, la Justicia española negó a la familia de Miguel Hernández una revisión extraordinaria sobre su condena. Túvose que aguardar a la aplicación de la Ley de la Memoria.
Para que el poeta crezca en nuestra memoria: "Por fin trajo el verde mayo, correhuelas y albahacas, a la entrada de la aldea y al umbral de las ventanas. Al verlo venir se han puesto cintas de amor las guitarras, . . . con luna y aves, las noches son vidrio de puro claras, las tardes, de puro verdes, de puro azul, esmeraldas; plata puras, las auroras parecen de puro blancas y las mañana son miel de puro y puro doradas".
Memoria eterna para el poeta, para el niño cabrero, para el niño yuntero, para el jornalero aceitunero y . . .¿altivo? . . .
Torre del Mar 28 de marzo de 2.017