Mediterráneo, cuna de nuestra civilización, o eso creímos alguna vez.
Mediterráneo, sarcófago bajo el oleaje impenitente, bajo la desesperación de quienes enloquecen por llegar a la orilla, por una mano que demasiadas veces no encuentran.
Mediterráneo, sudor luminoso y voraz, destello de sal y velas al viento. Luz de espuma de mar, sol ambarino de amanecer perpetuo, sol sanguino de amores tendidos en los regatos de sus orillas.
Mediterráneo, espejo de brea y esfuerzo que no cesa, jalón de pies hundidos, jalón erguido sobre las proas enhiestas de tierna bravura, de honda galanura, de sabionda herencia de siglos y siglos, hermanos y adversarios, en el origen de sus designios divinos, de sus denuedos humanos, por llegar a saber, por llegar a entender, esclavos de la alegría de vivir, rehenes de la adversidad que no tiene tregua.
Mediterráneo, de Rodas a Ampurias, de Cartago a la batalla de Lepanto, del Coliseo romano al monumental Vaticano, del trasmallo al palangre, del cabotaje humilde al copo que se arrastra sobre el rebalaje, sobre la arena por traer escamas de plata, carne de mar, luz de ecos bizantinos, helenos, romanos, desde las orillas arenosas del norte africano, en el confín del estrecho de Gibraltar, desde la mirada vieja y razonable del sureste español, al occidente del reino de Tartessos, desde las Alcazabas que miraba a Oriente, al pie de la cultura milenaria, tan distinta, tan cambiante, tan humana . . .
Mediterráneo, de sensualidad salpicada de fogatas y marejadas, de versos y canciones, de llantos y aldeas blancas asomadas a la mar mediterránea
. . . cerca del mar porque yo nací en el Mediterráneo.
Cerca de donde nació mi primer amor, . . .
en el varadero de la vida, junto a la mar
que es el Mediterráneo.
Mediterráneo, testigo avergonzado del crimen de lesa humanidad, erigido sobre la indecente insolidaridad de tantos hermanos nuestros, refugiados que huyen, refugiados que buscan nuestros brazos, nuestra generosidad, nuestra humanizadas, porque ellos son nosotros, y ya demasiados yacen en el fondo del Mediterráneo, para vergüenza indeleble de cada uno y todos de quienes . . . no estamos a la altura de nuestro tiempo histórico.
Torre del Mar mayo – 2.016