Corría el año 1953 cuando en una soleada tarde invernal del 15 de marzo en vísperas de su decimosegundo aniversario, La Rosaleda se vestiría de gala para recibir al Real Madrid en la 24ª jornada liguera. A priori el emparejamiento era tan desigual que los más de 8.000 malaguistas que asistieron al partido, en su gran mayoría clamaba a la justicia divina para que la derrota no fuese muy contundente y los más devotos, rosario en mano, se encomendaban a la Virgen de la Victoria para que obrase algún que otro milagro y poder rascar ante el todopoderoso conjunto merengue algún punto que les hiciese albergar esperanzas de salvarse del descenso a segunda división.
Dos ilustres en los banquillos como eran Helenio Herrera «El Mago», por el bando malacitano que se había convertido en el tercer entrenador del equipo tras las destituciones de Andonegui y Chales por los malos resultados en aquella temporada, y por el otro Juan Antonio Ipiña, antaño gran capitán madridista. Los blancos que aún no contaban en sus filas con Alfredo Di Stéfano –llegaría apenas 6 meses después–, era un señor equipo con 8 futuros campeones de Europa en su once inicial (J. Alonso;Oliva, Lesmes, Navarro, Zárraga, Muñoz, Olmedo, Olsen, Joseíto, Molowny y Cabrera.), por lo que de sumar dos nuevos puntos, seguirían enganchados en la pelea por el título junto a Barcelona y Español.PUBLICIDAD
Pitido inicial del Sr. Aurré y el Málaga, a contra pronóstico y de forma vehemente, embotellaba a todo un Real Madrid en torno a su área, fruto de lo cual llegaría el 1-0 a los 11 minutos de juego tras culminar Bazán una fenomenal jugada de Estruch. Apenas dos minutos después, una falta botada por el propio Estruch fue rematada de forma acrobática por el gran depredador del área como era Bazán para establecer el 2-0. El vendaval blanquiazul seguía su imparable asedio hacia la meta de Alonso y a los 20 minutos llegaría el 3-0 en una sensacional jugada de Rodríguez, que centró para que Galacho peinase el balón hacia las inmediaciones de Bazán, que de una tremenda volea incrustó el balón allá donde anidaban las arañas, en medio del clamor popular que hizo enloquecer a la hinchada boquerona rememorando por momentos aquellos 9 goles que el delantero algabeño endosaría él solito al Hércules de Alicante allá por 1948.
El miedo escénico comenzaba a ser palpable en los rostros de los jugadores blancos. Juanito Alonso no las veía venir, Oliva y Navarro andaban desconcertados por la tremenda habilidad de «Pedrito» Bazán y Rodríguez (a éste último el gran partido cuajado le valdría para firmar por el conjunto blanco), Zárraga se empleaba con más dureza de lo normal y Molowny no era capaz de asistir a Joseíto como en él era costumbre. Todo ello gracias a la gran labor de los 11 gladiadores que aquella tarde dominical dispuso H.H sobre el césped de La Rosaleda.
Pero hubo más, y es que tras el tercer tanto local, Alonso caería lesionado, o al menos eso se creyó (las malas lenguas dijeron que se borró por el temor a recibir más goles), siendo sustituido por Cosme –quién curiosamente encajase los 9 goles de Bazán cuando militaba en las filas herculinas–, por lo que el pavor merengue se acrecentaba aún más con el paso de los minutos.
El broche de oro a una primera parte tildada de «perfecta» lo puso Galacho tras una maravillosa asistencia recibida por parte de Rodríguez a los 43 minutos, lo que motivó el delirio en el respetable que hasta se atrevió a sacar algún que otro pañuelo blanco a pesar de quedar toda la segunda mitad.
Lejos de relajarse, el conjunto blanquiazul siguió practicando un fútbol aguerrido no exento de calidad tras la reanudación, bailando a merced de un rival que no daba crédito al diluvio que se le había venido encima en aquella típica tarde invernal «calurosa» costasoleña, lo que le valió para aumentar el tanteador a uno sonrojante 5-0 con un autogol de Cosme a los 74 minutos, cerrando la cuenta el charrúa Rodríguez ya casi en las postrimerías del encuentro, 6-0. La goleada pudo ser aún mayor si dos de las grandes figuras de la tarde como fueron Bazán y Estruch hubiesen afinado la puntería en sendos remates a los postes.
Media docena de goles endosados ni más ni menos que a todo un Real Madrid, algo insólito a la para que extraordinario que ha quedado enmarcado dentro de los anales de la historia del C.D. Málaga como una de sus mayores gestas, sino la que más.
Para el recuerdo imborrable de todo apasionado malaguista quedará aquel once formado por Vera; Rubio, Méndez, Soto, Becerril, Loli, Estruch, Bazán, Galacho, Rodríguez y Mora.