Español andariego y genial, de mirada tan triste como clarividente, socarrón y cínico, bueno, al estilo del maestro Machado, en el mejor sentido de la palabra, bueno, español esforzado y escritor universal, creador de “la novela moderna”, artífice de la historia que ha seducido a millones de lectores, humano, muy humano, soldado y héroe a su pesar, burlador y estafador de pacotilla, creador de la historia más entrañable que los siglos pudieran llegar a haber imaginado.
Desde el conocimiento minucioso y exacto de su tiempo, de su tierra y de sus gentes, viejo hidalgo desdentado y manco, afrentado por el desdén de los poderosos, el viejo “Miguel de Cerbantes Sa avedra” enfrentado a su ruina y su propio olvido, frente a los encantamientos que soñó, del brazo de sus antihéroes, compatriotas sin futuro, sin otra esperanza que recobrar al fin ¿la cordura?, la cordura del noble y decente Don Quijote, el buen caballero, el viejo hidalgo, el de la Triste Figura, esforzado por “desfacer entuertos”, y la sabia percepción del buen escudero, del labriego pobre y hambrón, fiel a su señor, sabiendo que lo que sus ojos miraban y veían no siempre era la verdad encantada, la realidad paisana, la realidad que nos comprometa a todos, desde las ventas de las encrucijadas hasta las reatas de arrieros, buscando el futuro que se sueña, tras el horizonte adivinado, desde la desapasionada resignación por el mundo que conoció y defraudó al insigne escritor, al bueno “Miguel de Cerbantes y Sa avedra”, esbozando tipos y requiebros, bajo la solana indesmayable de la vieja España, al socaire de cierzos y celliscas, tras la memoria que nos debería recobrar al grandísimo autor, al genial escritor “Miguel de Cerbantes y Sa avedra”.
Memoria, pues, obligada a don Miguel y por extensión a don Alonso Quijano y a Sancho Panza, caballero y escudero al frente de nuestras ¿desdichas?, de nuestros ¿retos?.
Torre del Mar enero – 2.016