Actuará un lunes, en verano y en tiempos de crisis. Una mala combinación… pero no para él. Miguel Poveda se sube el 12 de julio al escenario del Teatro Cervantes con las entradas ya agotadas (y eso que las del patio de butacas valían 60 euros; las más caras de todo el Festival Terral). El artista catalán de nacimiento pero andaluz de adopción recorre el país con su último trabajo, 'Coplas del querer', un disco con el que salda una deuda con un «género maltratado»: la Academia de la Música lo ha elegido Mejor Álbum del Año. Pero los éxitos no se le suben a la cabeza. «Uno no calla la boca a nadie con los premios. Hay que callarlas con tu día a día».
-'Coplas del querer' fue elegido Mejor Álbum del Año por la Academia de la Música. ¿Pensó que ya era hora de que este reconocimiento recayera en el género?
-Me dio mucha alegría que el mejor disco del año fuera un trabajo de coplas, pero no solamente por mí. Si eso le hubiese pasado a otro, a Martirio o a cualquier otra, también me hubiera puesto muy contento. El género está de enhorabuena cuando parecía que era algo antiguo y que sólo gustaba a las señoras de determinada edad. Y esto demuestra que no, que no ha sido en vano todo el esfuerzo que he hecho y mi apuesta por recuperar este repertorio.
-¿Qué le diría a quienes piensan que la copla está pasada de moda?
-De moda se pasa la ropa (risas), pero no la buena música.
-¿Soplan aires de cambio?
-No, son los cambios naturales, los que va surgiendo en todo tipo de arte a medida que vamos creciendo y que el calendario va avanzando. Cuando son músicas que están vivas, están en continua evolución.
-Pero usted es un revolucionario del flamenco…
-No, soy un trabajador, un enamorado, un aficionado y un defensor a ultranza de una cultura en la que creo y con la que me identifico.
«Por mi calidad»
-Un payo de Badalona cantando flamenco. ¿Fueron difíciles los inicios?
-Son puntos que juegan en tu contra, pero hay gente que no tiene esos elementos y lo sigue teniendo difícil. Dentro de todo eso, soy un afortunado porque con el tiempo han aprendido a mirarme por mi calidad artística -si es que la hay- más que por mi DNI.
-¿Se sentía en tierra de nadie?
-No, porque había tantas peñas andaluzas en Cataluña en las que yo crecí, que para mí era normal. Me di cuenta de que el resto no lo veía normal cuando empecé a cantar en Madrid o fuera de Cataluña. Ahí sí que me sentí mucho más raro. Vi que la gente había perdido la memoria en un momento dado y se había olvidado de que en Cataluña residían un millón de andaluces y que fundaron cantidad de peñas en los barrios en los que yo crecí, que eran de inmigrantes en un 90%.
-De hecho, a veces se le escapa el acento andaluz.
-Desde pequeño he estado juntándome con gente del flamenco, con andaluces y ya llevo siete años en Andalucía…. Algo se pegará (risas).
-Es decir, que ya es medio andaluz.
-Soy hijo adoptivo de Castril, un pueblo de Granada, e hijo adoptivo de la provincia de Sevilla. Y amo a Andalucía y me siento muy andaluz. Estoy totalmente integrado.
-¿Nunca fue un catalán desorientado en Andalucía?
-Nunca, en ningún momento. Es algo que admiro de Andalucía y que agradezco. Desde el minuto cero en que empecé a vivir en Sevilla fue como si hubiera estado allí toda la vida. La gente en Andalucía va bastante a su bola (risas), tiene muy clara su identidad y es una región muy hospitalaria. Si Andalucía no me hubiera acogido con la naturalidad que lo ha hecho, me hubiera ido ya.
-Con todos los premios que ha recibido, ¿ha tapado la boca a muchos?
-Uno no calla la boca a nadie con los premios. Hay que callarlas con tu día a día, con tu música y tu trayectoria; y con un demostrar en los escenarios que tu argumento es válido. Y en esa lucha estoy y espero seguir consiguiendo mucho. Lo que vale es que la gente salga tras un concierto mío feliz, con los corazones revueltos y el cuerpo lleno de sensaciones distintas. Que te den premios… es como cuando un ciclista que está en un tour pasa por un tramo donde mucha gente le da ánimos, le jalea. Es un aliento para seguir hacia la meta.
-En sus últimos trabajos luce un estilismo juvenil y moderno, ¿es una forma de romper con la imagen tradicional del flamenco?
-No lo hago por eso. Simplemente, soy un chaval de mi tiempo. No creo que por cantar flamenco tenga que llevar otra indumentaria ni disfrazarme. Tengo una imagen normal, como cualquiera que va por la calle.
-Pero se cuida…
-Intento no despreocuparme, estar bien… A medida que uno cumple años, tienes que cuidarte un poquito más y no comer en exceso, pero no me planteo buscar una imagen.
Profesional y bohemio
-¿La fama de juerguistas y trasnochadores es un tópico ya anticuado del flamenco?
-Hay una parte de mí que es muy profesional, estricta y perfeccionista a la hora del trabajo; y hay otra parte de mí que también es bohemia. Me gusta salir y escuchar a la gente del flamenco y si tengo que pegarme una juerga en Jerez de la Frontera, pues también lo hago.
-Dicen que hay crisis, pero ha agotado todas las entradas en Málaga. Incluso las que costaban 60 euros…
-Ahora mismo me estoy enterando del precio, no es algo que yo controle… Me encanta que se haya llenado porque Málaga para mí es muy especial, tengo muchos amigos y cuando me dijeron que iba al Cervantes enseguida les avisé. Y ya no es sólo eso: al agotarse las entradas sé que hay expectación por escuchar mi trabajo y eso me pone un poquito más tenso, pero me encanta.
-La crisis no va con usted…
-Si dijese lo contrario, sería injusto. Estoy teniendo suerte y funciona lo que hago… Además no he hecho un trabajo para que la gente vaya a las discotecas, sino un disco que revisa un género que no es fácil, que ha sido maltratado, y eso te da aún más satisfacción. En los tiempos que corren es un milagro y no puedo más que sentirme un privilegiado. Pero no deja de preocuparme que mientras que hay países europeos que salen de la crisis, nosotros tenemos el mayor número de parados
Fuente: Diario Sur.