Ahora nos enteramos de que aquellos que nos aleccionaban sobre la forma de ser del “moro” como un ser “cobarde”,” traidor” y “sucio”, sencillamente, nos engañaban y no hacían más que reproducir el prejuicio racista de tomar la parte por el todo y de inculcarnos un miedo irracional hacia el desconocido. Y si bien ya nos los advirtieron hace algún tiempo personalidades de la talla de Shakespeare en su tragedia Otelo o Amin Maalouf en su obra Las cruzadas vista por los árabes, los racistas rancios siempre nos decían que tuviésemos cuidado con ellos, que constituían una raza mala.
Ahí los tenemos: escribiendo una página grande en la Historia con palabras tan señeras como “libertad”, “democracia” y “dignidad” emulando a los revolucionarios franceses que se dirigían a la Bastilla para poner fin al orden opresor que felizmente dejaban atrás, a pesar de los errores. No es casual que el prusiano Inmanuel Kant viera en este movimiento la encarnación de la razón abriéndose paso hacia un futuro más humano en donde el sentido común y la justicia prevalecieran a la superstición y la injusticia.
Ahí están: cayendo a centenares (según las noticias que llegan) frente a las ametralladoras del coronel Gadafi (quien se resiste a reconocer que ha entrado en un proceso irreversible) con la esperanza de que sus muertes sirvan para mejorar el futuro de sus hijos; con la esperanza de un mañana en donde se pueda respirar con más libertad.
Ahí los vemos (The New York Times y la BBC decían como detalle revelador de errores y prejuicios etnocéntricos) dejando impoluta Pear square en Bahrain; ni un papel debía arrojarse al suelo, nada, a pesar de la colosal tragedia que estaban (que están) protagonizando para la cual hay que tener valor, mucho valor, demasiado valor.
¡Ojalá acabe pronto esta pesadilla! Hay mucha gente a este lado que reza por las víctimas inocentes y por quienes ponen en riesgo sus vidas por tan justas causas y los que no rezamos os queremos hacer llegar nuestra más sincera solidaridad y afecto.
Suerte.
Fuente:
Antonio Caparrós Vida