“Tengo una confianza total y absoluta en mi marido”. “Todo lo que hace mi marido me parece bien”. “Los bancos de Suiza no son como los de aquí”.
Afirma la mujer de Bárcenas, ante la fiscala del caso Gürtel, con un pellizquín de indignación y mohín permanente de hastío, para pasar a continuación a explicar que “ella firmaba lo que su marido le ponía por delante”, ¡benditos!, en plena sintonía con la moda de estas principales damas que entregan su amor, vía fe ciega, a sus amadísimos machos protectores. Porque como dice la señora Bárcenas, era su marido quien le llevaba su cartera de valores, económicos por supuesto, sin poner nunca en cuestión las decisiones de su marido alfa . . . “mi esposa firmaba donde yo decía que firmara”, ¡benditas esposas! . . . con tanta fe en sus machos ditirámbicos, al dictado del dios Dionisos, desde el coro que jalea “las tontunas” de estas supuestas “damas tontas” que dicen que no son tontas aunque se hagan las tontas.
E insiste Rosalía Iglesias que ella “no es tonta”, empezando su carrera profesional como secretaria cualificada de principales del PP para terminar “ocupándose de su casa junto a su marido”, en un logro laudable de “vida plena”, los dos tan juntitos que “no necesitaban hablar de temas políticos y económicos”. ¡Qué bendita y afortunada mujer!, con un saldo de 11 millones de euros en su cuenta corriente, tenidos por tener, sin haberse enterado de nada, con cuadros de relieve y valor artístico comprados y vendidos y no declarados a Hacienda, la señora Rosalía que “no sabe nada” como cuando bajaba bolsas con 560.000 euros para ingresar en Caja Madrid frente a su casa familiar . . . y “no sabía lo que entregaba”, y así estamos todos asombrados de tanta ingenuidad y tanta inopia y tanta bobería desplegada.
Y entonces ya el fango nos ahoga y la impostura nos agota, frente a tantas mujeres de gran relieve, desde una infanta hasta una exministra, tan atónitas vistas frente a los jueces negando la evidencia vía confesión de idiocia declarada.
Negadas ya las “mujeres floreros” de antaño, muy amas de sus hogares, tan solícitas, vistas hoy en día las nuevas grandes damas, en un discreto segundo lugar tras sus amos y señores, tan queridos, tan amados, tan rendidas a su vanidoso esplendor, como si fuesen los pavos reales a quienes haya que rendir pleitesía, siquiera ostentando la tontería femenina de quienes “no se enteran de nada”, entregadas al sentimentalismo amoroso y rendido ante sus amores masculinos.
Desde la Melania, esposa glamurosa del nuevo emperador hasta la última colega, fémina, que haya de comprarse el marrón de su colega macho, por supuesto.
Reconfortados el pasado sábado con las multitudinarias “marchas de mujeres” para defender la igualdad, incluso esa igualdad que permita y defienda el derecho “a enterarse” de lo que sucedía y sucede alrededor de estas “santas mujeres” rendidas al poderío de sus maridos muy machos, muy inteligentes.
¡Qué pena y qué desánimo!
Torre del Mar enero – 2.017