Niño de Elche, reinventando el quejío social de lo posible

 
24/12/15 · 12:55

 

 

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Francisco Contreras, El Niño de Elche, se ha propuesto ampliar los límites del flamenco hacia territorios desconocidos. Quebrar la tradición en favor de un diálogo con otros géneros y otros componentes artísticos. En Voces del Extremo (Telegrama, 2015), la pulsión poética, la investigación sonora y el hecho político se entrecruzan y se retroalimentan, en una especie de ensoñación que reinventa un quejío social de lo posible.

Crecido en la ortodoxia de las peñas flamencas y el cante jondo, pronto descubrió que los corsés de la tradición eran una soga castrante para la imaginación

Si la música popular está llena de mitos fundamentales, Francisco Contreras está llamado a convertirse en uno de ellos, tiempo mediante. Crecido en la ortodoxia de las peñas flamencas y el cante jondo, pronto descubrió que los corsés de la tradición eran una soga castrante para la imaginación. Se deshizo del traje del acervo cultural, y empezó a a buscar un camino propio, arropado por esa generación de agitadores del panorama cultural sevillano, véase Pony Bravo, Flo 6×8, Los Voluble o Zemos 98.

A partir de ahí, todo es historia. Mis primeros llantos (Dienc, 2007), su primer disco, incursiones en el mundo de la performance, colaboraciones infinitas, derivas experimentales, artivismo, poesía; SÍ a Miguel Hernández (Niño de Elche, 2013), su segundo disco, resultado de una creación colectiva basada en la obra de Miguel Hernández, luego el proyecto Raverdiales, cruce de caminos entre techno, flamenco y agitprop audiovisual, y un largo etcétera hasta llegar a Voces del Extremo su último disco, amalgama de géneros, de discursos, de sensibilidades poéticas, en donde convive el acento flamenco con llamaradas industriales, ecos post punk, krautrock con Triana en el gaznate, y sobre todo, una voluntad de agitación transgresora, que arranca de la ecuación toda etiqueta delimitadora.

Voces del Extremo

Si lo arriesgado de la propuesta en cuanto a estética musical define de por sí un estilo nuevo, también lo hace la cuidada selección de poemas que componen las letras de las canciones, tomadas prestadas de diversos poemas de las Voces del Extremo, grupo poético articulado en torno a Antonio Orihuela y ese encuentro de poetas de la conciencia que se celebra todos los años en Huelva, con voluntad de mantener viva la llama beligerante contra la iconografía y los discursos del capital.

Calidad poética, compromiso y urgencia política que Francisco Contreras eleva como huida hacia lo sublime, en un recitado que cabalga entre ascensión y deriva lisérgica: "Nadie me conoce, ni mi psiquiatra, ni la alcachofa de la ducha, ni mi taza de café" canta en Nadie, poema de Inma Luna. Exploración interior en clave spoken word que concluye con abyecta violencia: "nadie me conoce".

En otras lo explícito se manifiesta como una bofetada en toda la cara: "que os follen, que os metan una gaviota con las alas abiertas por el culo". Pero Contreras dispara en todas direcciones. En El comunista, de Francisco Fenoy Rodríguez, se deshace de cualquier atisbo de sentimentalidad militante por tiempos pasados mejores.

O en Mercados, ese momento de rumba anticapitalista que nos hace pensar en unos Talking Heads con desparpajo andaluz, paseando a orillas del Guadalquivir cantando el poema de Bernando Santos "ya no se habla del Subcomandante Marcos, Chávez busca las cuerdas, Lula se pone la corbata, Fidel es ya nonagenario".

Música desde el compromiso por cantar nuestros días, en el sentido brechtiano del arte con consecuencias. Pero sobre todo, música arriesgada y original. Como se comentaba por ahí, Voces del Extremo sería un gran disco para renovar el cancionero de la Transición. Y dejar de entonar victorias al ritmo del 68.