Deseadas las felices pascuas, una feliz noche, reunida la familia al rededor de la mesa puesta con mucho sacrificio, mayor que el soportable, por una noche oficializada como la más feliz del año, incluso con las sombras y las penas por despejar, a flor de piel, en una nueva Nochebuena que sea inolvidable, al menos hasta que las despedidas urgentes den por terminado el sacrificio ritual.
Con el bagaje anual a cuestas, un año más, al cuidado de las generaciones de adultos que irán revelándose, a pesar de tanto intento por sobrevivir. A pesar de tanta existencia fallida, hoy recordaremos a Ana y a Victoria, de Vigo y de Barcelona, asesinadas por sus parejas.
Mientras volvemos a la celebración ortodoxa, celebrando el nacimiento de un niño pobre e ilegal, como el que acaba de nacer en la fragata española Navarra, hija de una refugiada que intentaba llegar a Europa y tuvo que ser rescatada.
En el limbo de la legalidad, pobres como ratas, como hace más de dos mil años, según cuentan los anales, como ha sucedido siempre, los muertos de hambre naciendo y queriéndose, entre corrientes, huyendo, sospechosos de mala ley, sujetos de persecución, objetos incómodos como para ser acogidos por los millones que se guardan al abrigo y temen y odian.
Y nada ha cambiado, y solo cabe un lavado rápido e hipócrita de las conciencias brindando por “el niño pobre que resultó ser dios y salvador de todos . . .”. ¡vamos una bicoca!, como para hacerse perdonar.
Tras tantos siglos y siglos hasta la actualidad . . .para volver a enseñorear nuestra felicidad ficticia en nombre de nuestros miedos que traerán consigo los odios demoledores, como para volver a encerrarnos tras nuestras empalizadas erizadas de muerte, porque no queremos alumbramientos de niños pobres dados a luz por madres abandonadas a su mala suerte, al cuidado de un buen varón y unos animales que dan calor con sus alientos. . .
Y entretanto el género humano más civilizado ha celebrado la Nochebuena, una noche más, sintiéndose satisfechos porque, al menos, hasta que el alcohol no llegue al cerebro, se sentirán bien los unos junto a los otros.
Aunque el veneno del odio ya corre imparable por las venas de quienes ríen y se desean lo mejor.
¡Feliz navidad!
Torre del Mar diciembre – 2.016