NOS BESAMOS POCO

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Y todo eso en un país, tal vez algo crispado, a falta de más besos, por la cultura de los besos, beso va, beso viene, sin besos prohibidos, por todos los besos que permitan estremecernos, besos de hermanos, besos de amantes, besos de cariño, besos de pasión, besos de gran estima, en un alarde de entrañable ternura por atrevernos a besarnos, porque besarse no es tan fácil, alejados mientras nos estrechamos las manos y no nos atrevemos a besarnos.

Y viene, el tal Cañizares, muy enfadado a ponerse de abogado defensor de cuantas vírgenes pudiesen, siquiera a ponerse a soñar, darse un beso: ¡Vade retro!, el gran príncipe de la iglesia y la religión ¿del amor? . . . negando las bondades de los besos.

Y en esas andamos, confundidos, ante tanta manifestación de desagravio, rezando el rosario, muy dolidos por ver que “dos vírgenes van y se besan”.

Con la necesidad que tenemos todos de “besarnos más, de besarnos mejor”, de besarnos a tope, incluso siendo vírgenes, suspirando por besarnos a tope, con el gustirrinín que da el besarse con delicadeza, con pasión, con lengua . . . incluso, para salivar la bondad manifiesta de un beso bien soñado, bien impartido, bien amado, en un tirabuzón pleno de ternura y entrega.

Como para, humildemente, reivindicar los besos, porque, al cabo, creo yo que nos damos pocos besos, con lo ricos que saben los besos, aunque se los den un par de vírgenes que se quieran . . .dar un beso, a pesar de que el señor Cañizares esté . . . ¡muy rebotao!.

 

Torre del Mar junio – 2.016