¡Qué lejos aquellos viajes en tren, en autobús, en el coche de papá . . . dejándonos acariciar, pegados a los cristales, y sorprender por el paisaje cambiante, el paisaje de afuera, el paisaje que iba seduciéndonos, siquiera de instante en instante, permitiendo ensueños distraídos, ahora que podemos seguir conectados a tiempo completo. La última vez que me monté en el coche donde viajan mis nietitos descubrí que pueden viajar enfocados frente a unas pantallitas enmarcadas en los asientos de alante. Igual que en los autobuses de larga trayectoria para que no quepa la mínima distracción. La última vez que viajé en uno de estos autobuses de largo alcance, mi compañera de viaje, una joven de cierta edad se pasó las seis horas tecleando en su smarphone, con sus auriculares bien metidos dentro de sus pabellones auriculares, sin prestar atención a nada más . . .!
Y uno entre sopor y sopor, rato leyendo, rato ojeando al paisaje que dejábamos atrás.
¡Qué lejos aquellos tiempos de vértigo dejándonos embeber de tanta belleza, inesperada, rutilante, cotidiana, esplendorosa, frente a los paisajes inigualables, frente al tráfago ramplón y vocinglero de las jornadas vistas y vueltas a ver y disfrutar en lo que ya solo es una antigualla, parece ser, cuando hay tanto entretenimiento frente a la pantallita!
Ahora que el ensimismamiento viaja por eso que se llama "redes sociales", incluso sin haberse detenido a pensar si la necesidad es imperiosa de "decir algo", cuando da vértigo quedarse "a solas" con uno mismo, siquiera un ratito.
Frente a la incomunicación de las cercanías, de la soledad que acecha, a pesar de tanta convulsiva comunicación tuitera, informática, . . . huyendo de los cara a cara, huyendo de contemplar aquello que sencillamente nos rodea, metidos todos en la aldea global en la que nos han empadronado hasta hacernos creer que no estamos solos. Frente a la pantallita, ensimismados, con las orejeras puestas, escapando de la posibilidad de vernos ¿solos, aburridos, reflexivos . . .?.
Y así, desterrados los paisajes que nos pudieran permitir saber "dónde nos encontramos".
E incluso frente a quienes desean mirarnos a los ojos, y viceversa, por reconocernos casi iguales, tan diferentes como atractivos, frente a frente, frente a lo nuevo que nos puede mostrar el mundo y la vida en "vivo y en directo".
Madrid junio – 2.017