De tierra negra y volteada,
recién arada,
la sementera humilde y callada,
aterida de cierzos
y celliscas que se adivinan,
en la lontananza el horizonte
de los surcos alineados,
tan rectos, tan recios,
al final de las sombras cortas
y fieras de los labradores
que agrietaron sus manos,
encallecidas, en el esfuerzo secular,
pobre y escalofriado,
al relente, frente al albor
de las llamas que chasquean
y se consumen ascuas,
bajo el aullido soñado
y solemne del hambre y esfuerzo
milenarios,
rodilla en tierra, la cerviz inclinada,
el ángelus repicando
al oreo triste y melancólico
del empeño por espigar
el último grano,
a punto de abrirse las entrañas
de la tierra,
al bies del escenario mágico y solemne, multicolor,
cálido y histérico, apabullada la hojarasca
que cruje y ulula,
en el fondo de los bosques circundantes,
al eco de los esquilones
trashumantes,
de los hijos de la gleba
que buscaron su futuro
tan lejos. . .de la tierra
amada, recién labrada,
recordada al desamparo
de la otoñada que amenaza
frío y rigores
recién amanecidos bajo
la neblina que calla y empapa
la negra tierra que acoge las semillas
semienterradas.
Torre del Mar noviembre – 2.014