Mi padre luchó en la guerra, sobrevivió e intentó olvidar el horror vivido. Dejó el pueblo y buscó nuevos horizontes. Trabajando, desde una miserable pensión de mala muerte en la que las lentejas eran pocas entre las piedritas sueltas y los gorgojos vivos, se lanzó a montar un negocio propio, una pequeña “fábrica de materiales de construcción”. Se entregó y trabajó y trabajó. . . y fue saliendo a flote el pequeño negocio en una ciudad de provincias.
Mi padre se pasó su vida entregado a su negocio, dedicado a él sin reservas, trabajando de ocho de la mañana a once de la noche, un día detrás de otro, . . . logrando labrarse una posición desahogada, para su familia, habiendo conseguido que nuestro futuro, el de sus hijos, fuera mejor que el suyo, para que nunca nos faltara nada, para que hayamos podido elegir nuestro presente. . . desde la holgura de la falta de apreturas.
Mi padre terminó “regalando” cazos de yeso o cemento a cuantos pobres diablos acudían a su negocio. . . a por “un puñito para una chapuza que he dejado pendiente”. . . cuando en el ramo de la construcción ya no se vendía a granel . . . porque no era rentable.
Cuando murió mi padre después de no haberle escuchado jamás ni una queja, después de tanto esfuerzo diario. . . recuerdo que mi madre me confesó:
“Que tu padre se ha pasado la vida trabajando para . . . ¡el diablo!”.
El otro día, viendo la tele, detuve mi atención distraído ante las declaraciones de un viejo hombre, un viejo manifestándose por la Gran Vía madrileña, una víctima de las “preferentes”, que airado confesaba.
“Tengo setenta y un años, llevo ahorrando cincuenta y un años. Desde los veinte no he dejado de trabajar. Muchos cafés he dejado de tomar, muchos sacrificios, demasiados, y ahora me veo sin mis ahorros de toda una vida, con una pensión miserable y toda la determinación de no callar hasta que se me devuelva lo que es mío. Y esos tipos, esos granujas que mangonearon en Bankia nunca podrán hacerse una idea de lo que me ha costado ahorrar lo que conseguí reunir”.
Ampliando el enfoque podía apreciarse un grupo de un centenar de ancianos, indignados, con sus pequeñas pancartas, con sus achaques galopantes, a la intemperie de una noche cualquiera, gélida, por la avenida principal de la capital de España.
Pero las alarmas suenan por otras razones, y se señala al enemigo emergente, y nada puede llegar a permitirse si corre peligro . . .el sistema.
El sistema anclado, inalterable, poderoso, muy poderoso, instalado en el poder por el poder.
Como para que se tenga tanto miedo a que se vuelva del revés lo aquilatado, lo que es tan rentable aunque la podredumbre avance y avance y ya nos tenga cogidos a tantos . . . por las pelotas, por el congojo a perder . . .¿lo poco que nos han dejado? , cuando resulta que ya se está montando la estrategia demoledora que acabará por ¡acogotarnos a todos!. . .mientras los barandas de costumbre seguirán haciendo juegos de bolillos, juegos floreros, en el Parlamento traicionado por quienes. . . a menudo. . .
“¡Que no, que no, que no nos representan!”.
Mientras los pobres diablos irán cayendo lentamente. . .después de haberse pasado toda su vida . . . ¡trabajando para el diablo!
Torre del Mar diciembre – 2.014