Ocurre lo mismo que en Huelin. Hay que retrotraerse a los años 60 y 70 para recordar cómo era aquella zona. Humildes casas de pescadores, sin apenas playa (la arena brillaba por su ausencia), toda ella llena de enormes pedruscos que obligaba, a quien osaba a bañarse, a utilizar zapatillas (había quien lo hacía con simples alpargatas) para poder entrar en el mar.
Ya en aquellos años, en algunas humildes casas habían aparecido pequeños 'chambaos' donde se ofrecían raciones de pecaíto y algo de marisco que comenzaba a ser punto de encuentro de la gente. Era habitual también que malagueños 'del centro' alquilaran casas de pescadores para pasar el verano cerca de la playa, tanto que incluso cuando había oleaje, el mar 'entraba hasta la cocina'. Ya en los sesenta hay tres establecimientos casi vecinos que comienzan a labrarse una merecida fama que empieza a traspasar nuestras fronteras: El Lirio (cuyos orígenes se remontan al principiom del siglo XX, lo que le da la referencia de 'decano' de la zona, El Cabra y El Morata, por orden cronológico, hoy separados apenas unos metros uno del otro, que eran el alma de una zona donde había otro veterano, Juan Palomo, y donde después llegarían otros más, hoy con gran reputación y categoría, cuyos propietarios salieron casi todos ellos de los 'establecimientos madre' antes referidos.
Si el decano es El Lirio (que tendrá su capítulo próximamente), uno de los más singulares era el merendero El Cabra, tan peculiar como su propietario, Manuel Cabra, que muchas veces al pedirle la cuenta hacía un cálculo mental de lo que allí se había comido y dividía entre los comensales. 'Aforaba', como se dice en esta tierra, con una facilidad y desparpajo sorprendentes. El Cabra consiguió pronto una gran repercusión, y el merendero siempre respondió a la fama ganada a pulso.
La gran calidad de El Cabra la comparten El Lirio y El Morata. Cada uno con la misma especialidad, el pescaíto frito y el marisco, pero con peculiaridades que los hacen diferentes. Eran iguales pero no. No eran distintos pero sí… Lo cierto que Lirio, Cabra y Morata son nombres clave en la historia de los chiringuitos de Málaga capital, y de sus cocinas y de sus mesas han salido emprendedores que hoy comandan otros merenderos similares.
No hay ni un sólo chiringuito que no tenga un santo y seña, una persona que solía ser gran conocido y conocedor a la vez de mucha gente. En El Cabra, ese título' se lo quedaba el jefe Manuel, mientras que en El Lirio, por ejemplo, lo ostentaba Pepe Molina, que era conocido por toda Málaga como 'Pepe el del Lirio', y que en realidad se llama José Soler, quien después de permanecer como encargado del establecimiento durante cuarenta años se jubiló hace ahora exactamente diez años. Pepe Molina, tras dejar el trabajo, se dedica a lo que fueron sus orígenes, como buen jabegote: salir a pescar a la mar, aunque ahora lo hace por devoción y no por obligación.
En El Morata el personaje más singular y conocido era José Antonio Toro Morata (sobrino del dueño, Antonio Morata), hoy retirado por enfermedad. Su estampa con un purito de mediano tamaño entre los labios era más que peculiar, tanto que conformaba parte del paisaje urbano de Pedregalejo.
A El Lirio, El Morata y El Cabra se le han unido otros muchos, cada uno con su sello de identidad, destacando entre muchos nombres El Caleño, Los Espigones, Maricuchi, Miguelito 'El Cariñoso', Las Palmeras y un largo etcétera. En todos ellos tenemos una característica que La Carihuela no ha conseguido igualar: los espetos de sardinas. Hay quien afirma que tal y como se hacen los espetos en Pedregalejo y en Huelin no se consiguen en ningún otro sitio. Y es que cada lugar tiene su santo y seña, su característica propia, bien con un 'espatarrao' o un 'moratita'…, pero todos con un mismo origen
Diario sur.