Había tenido un puñado de buenos partidos con el Málaga. Aquel contra el Zenit, contra el Madrid, contra el Betis, hace 10 días contra el Rayo… Pero el martes ante el Almería fue diferente. No sólo ese mágico gol, sino su presencia durante 90 minutos. "Queremos que sea nuestro Isco", decía Schuster semanas atrás. El del Arroyo es único, pero Portillo representa quizá mejor que nadie el nuevo Málaga. A principios de mes renovó hasta 2016. Su representante coqueteó con el Atlético, algún otro club se interesó. Entonces no era titular, pero Schuster le abrió la puerta y entró hasta la cocina.
"Tengo los pies en el suelo", remataba su comparecencia ante los medios, ya en la madrugada del miércoles, el paleño. Es un rasgo común que quienes le conocen advierten de Portillo. Quizá esa timidez aparente sea un obstáculo. "Pellegrini me lo dio todo, pero al final también me lo quitó", resumía hace un par de semana en una entrevista en Onda Cero. En efecto, el chileno no le perdonó que, cuando entró en la caldera del Westfalenstadion, no ayudara a apagar el fuego. Quizá un castigo demasiado severo. Quizá el hervor de madurez que le faltaba.
Portillo es de Miraflores, paleño como los Aranda, Manolo Gaspar, Basti, Raúl Gaitán, Guirado o Jona. Un puñado de futbolistas criados en un barrio que vive días de gloria futbolística con un equipo en Segunda B (siete son paleños) y sacando pecho por sus vecinos. Basti y Manolo, jugadores carismáticos en La Rosaleda, hablan de Portillo, de sus otras vertientes. "Había escuchado mucho hablar de él, pero sólo cuando le subieron al primer equipo lo vi jugar. En cuanto lo contemplé entrenar lo dije, y hay muchos testigos para dar fe de que no me subo ahora a la ola, que ese niño era un figura. Es de esos canteranos que no hay. Calladito, que escucha todo lo que dicen los veteranos, que hace caso, que respeta… Una persona increíble", rememora Manolo, ahora jugador del Centro de Deportes y tutor de Portillo cuando ascendió al primer equipo. Le veía tímido y recatado. "Cuando él subió lo veía muy cortadito y un poco le abrí el camino, le ayudé en todo lo que pude. Y siempre me lo agradeció. Se le coge cariño y mantengo una relación estrecha", recuerda.
"Es tímido fuera del campo, pero dentro es muy descarado. Tiene magia, ese punto de calidad que le hace ser diferente. En el Málaga no hay ninguno como él. Si él se lo cree y le dan confianza se echa el equipo a las espaldas. Antes del gol puse un tweet y dije que la liaba en cada balón. Pero que confíen en él es que le pongan siempre, no cuatro partidos sí y cinco no. No defraudará", sentencia Manolo.
"Yo lo primero que le diría al Málaga es que lo ate bien atado. Con todos los respetos, va a ser un estilo a Isco. Con confianza es un jugador de equipo grande", tercia con su habitual desparpajo Basti: "No sólo reparte juego, sino también marca goles. Ese tipo de jugador hoy en día se busca y se paga caro. Tiene ese centro de gravedad más bajo, se mueve en lo alto de una losa. Le falta que le den minutos y que él diga 'aquí estoy yo'. Porque encima tiene gol. Él tenía cuando empezó el estigma ese de que era bajito y flacucho. Pero, gracias a gente como Iniesta o Xavi, eso ha cambiado. Al contrario, hoy ese futbolista está cotizado".
Basti , ahora entrenador en las categorías inferiores de El Palo, habla de la faceta humana de Portillo. Su padre, Francisco como él, fue su primer entrenador en El Palo, antes de que el Málaga, en edad cadete le reclutara. "Es socio del club", dice Van Basti: "Su padre y su abuelo también, viene al palco siempre que puede, lo metemos ahí por una puertecita. Siempre está dispuesto a echar un cable, para dar trofeos a los chavales. En el bar tenemos una camiseta y fotos suyas. Se presta a todo. Además, es un chaval muy centrado, sólo piensa en el fútbol".
Portillo no jugó en los dos primeros partidos, tuvo media hora brillante en el Pizjuán y ya no ha soltado la titularidad. El martes barrió todo el frente de ataque, fue obicuo, esa especie de Cazorla, al que admira y con el que habla por whatsapp. Se sintió tan cómodo como en San Ignacio o en la playa, donde echó los dientes. "Es la pregunta del millón. La casta, el ambiente, la cultura, la playa al lado, un barrio con orgullo porque ha estado siempre muy descuidado… Es todo", dice Manolo sobre el boom del fútbol paleño: "Y ojo a los que vienen, muchos más".
"Fuera es muy tímido, más cortadillo que en el campo", cuenta Basti, que relata divertido un reproche que le hacen los chavales de El Palo: "Los niños están locos con él. Se ven muchas camisetas suyas. Pero le dicen: 'Portillo, no te cambies más de número'. Tenía el 27, después el 19, ahora el 8… Y los niños se cabrean". Es el momento de comprarse la camiseta. El 8 del Málaga tiene dueño para rato